Es un hecho que Dios en la creación, se lució con El Salvador. Tal vez por lo pequeño de nuestro territorio y su falta de recursos naturales, quiso regalarnos un abanico de bellezas. Playas, lagos, pequeñas lagunas, volcanes, cerros y montañas de increíble belleza, que pueden visitarse, solo por el día, y que incluso pueden verse vistos en nuestra capital. Hay zonas en que desde las terrazas de las casas, se pueda ver el Lago de Ilopango y el majestuoso Chinchontepec.
Aunque, como muy bien esribió don Pedro Roque, son bellos, pero de lejos, porque a los salvadoreños, incluso los que presumen de cultos, no les da vergüenza tirar basura para ensuciarlas, y que muchos ciudadanos amantes de su Patria, estén tratando de embellecer para que otros compatriotas y extranjeros puedan disfrutarlos, estableciendo restaurantes y hostales para atraer turismo que podría convertirse en uno de nuestros mayores ingresos.
El cercano Lago de Ilopango no ha tenido el desarrollo turístico que merece. La Ruta Panorámica es un sueño, que permite apreciar las diferentes tonalidades del lago bajo el sol y con la luz de la luna. Pero el acceso no es fácil. Pocos conocen que en una de las islas del lago, está el extraordinario trabajo en hierro, sueño realizado por Salvador Llort, de la “Doncella del Lago de ilopango” que se atrevió a desafiar a los sacerdotes que pretendían sacrificarla a la Diosa del Lago. Hay pequeños embarcaderos, pero falta una señalización adecuada, y la opción de subir a uno de los muchos restaurantes que hay en la Ruta Panorámica hace el asunto más complicado, ya que hay que atravesar municipios con calles angostas, y en muy mal estado, con buses y ventas que hacen que llegar al destino final, para un delicioso almuerzo, no sea tan placentero.
El Lago de Güija está en completo abandono y el tesoro arqueológico que adorna sus orillas está a la disposición de cualquier depredador que crea tener derecho a llevarlo para aumentar su colección privada o para venderlo en el extranjero. Se beneficiarían los municipios cercanos si hubiera interés en convertirlo en un lugar de fácil acceso, en cuanto a carretera y la posibilidad de que se permitiera la inversión privada. Sin lugar a dudas, los emprendedores locales pronto estarían dispuestos a participar de la aventura.
La vista del Izalco, al alcance de la mano desde el Cerro Verde, causa siempre una impresión imborrable en sus numerosos visitantes, especialmente desde que se cuenta con excelentes instalaciones hoteleras. Falta señalización, en una calle angosta, con muchas curvas, con negocios de comida a ambos lados, que hacen más difícil la circulación, aunque se nota el esfuerzo de sus propietarios: bonitos manteles, muebles de madera rústica y el aroma de la oferta gastronómica.
Uno de los paisajes más espectaculares de nuestra tierra, es el espléndido Valle del Jiboa. Flanqueado por los dos conos del Chinchontepec, que como gigantes mitológicos parecen proteger el valle que se extiende a sus pies. Un conjunto de parcelas de diferentes tamaños y colores, que semejan una alfombra policromada o un rompecabezas que transmite paz y sosiego. ¡Cuántos salvadoreños hemos contemplado embelesados los amaneceres y atardeceres en que el sol parece disfrutar cambiando los colores en tonos tornasolados! Pero qué triste es comprobar que entre tanta belleza un gobierno que desprecia lo bello decidió construir un planchón de concreto para albergar 40,000 presos, sin importarle el daño causado a los propietarios de pequeñas parcelas que habían trabajado por años. El gobierno expropió 263 manzanas, de las cuales 33 destinaron a la cárcel. ¡Qué crimen que el hombre tenga la libertad y la capacidad para destruir la obra maestra del Creador! Por algo dijo Chesterton que la mediocridad es estar frente a lo bello y no darse cuenta.
Maestra.