Los jefes son personajes especiales. Tanto así que Mario Vargas Llosa tituló así un cuento que publicó en aquel venturoso año de 1957, que tantas cosas buenas trajo al mundo. Lo busqué y releí cuando se me ocurrió titular así esta columna. Lo confirmé: desde entonces ya escribía bien el peruano. La magia de la internet, que tantos males ha ocasionado ya, me ofreció el cuento junto con varios “análisis literarios” del mismo que, al leerlos, le hacen pensar a cualquiera sobre cómo los “críticos” pueden encumbrar o hundir a los artistas. Creo que los mismos escritores se han de sorprender con algunas de las cosas que sus críticos creen que pensaron o quisieron decir. Ni modo. A eso se exponen las figuras públicas.
Se espera que los jefes sean protagónicos en las organizaciones para las que trabajan. No podría ser de otra manera: organizadas jerárquicamente, supone que los jefes son pocos y los colaboradores muchos. Eso quedaba expresado en el dicho que todos escuchamos alguna vez en la vida, aunque fuera de boca de nuestras madres: “Donde manda capitán, no manda marinero”. Casi cada persona que conozco tiene anécdotas buenas y malas de los jefes que ha tenido durante su vida laboral. Algunas comienzan diciendo, “yo tuve que aguantar a fulana, que como jefa era insoportable…” en tanto otros inician sus relatos con un “tuve la suerte de conocer a zutana cuando trabajaba en…” o “eso lo aprendí desde que me lo enseñó mengano fue mi jefe en…”
Cuando el sentido común rige, los jefes ganan más que los subalternos. Se espera que, a mayor nivel de responsabilidad, mayor sea el monto que devenga la persona. Parece que esto no siempre es cierto en la esfera pública, donde se señaló que algunas asistentes ganaban más que el mismo jefe al que orgánicamente servían. Incluso creo que hubo algún caso en el que un Secretario prefirió devengar el salario que tenía como Asesor de ese mismo puesto. Ignoro si ya se habrá solventado tal situación.
Aunque moleste a muchos asesores y ayudantes, los jefes son los que salen en las fotos y se llevan los elogios cuando las cosas salen bien. Está bien que así sea pues son los responsables de que se siga tal o cual camino, ellos lideran los procesos, exigen cumplimiento de metas y plazos, asignan prioridades. Por esa misma razón, porque están en esos puestos para liderar y exigir cumplimientos, los jefes deben asumir responsabilidades cuando las cosas no salen bien. Y por eso son los jefes los castigados en caso que las organizaciones incumplan aspectos legales. Esto no siempre es así. Pícaros hay que, sabiendo que lo que quieren que se haga no está ajustado a la ley, obligan a subordinados a que firmen, a que amenacen, a que transen en su nombre para que sean otros los que aparezcan en las actas, las listas, los recibos, los videos.
Una de las pruebas psicológicas usadas en la actual Gestión del Talento Humano para evaluar colaboradores incluye lo que se denomina área Gerencial. Esa área incluye las competencias de a) Dirección, b) Liderazgo y c) Planificación y organización. Llama la atención encontrar, cada vez más frecuentemente, que los colaboradores dicen tener desarrolladas competencias para dirigir y liderar grupos, pero al mismo tiempo reconocen no ser capaces de planificar ni organizar. “Se mueve mejor en el terreno de la improvisación que en el de la planificación. Prefiere no hacer planes de futuro y tolera bien la ambigüedad, aunque acepta mal los entornos muy rígidos y formalistas” reza la interpretación de tales puntuaciones ¿Cree usted que alguien que no sepa para dónde va y cómo quiere llegar a ese destino pueda ser un buen líder, un buen jefe?
Con esta moda de liderazgos y estructuras horizontales de organización, de colaboradores empoderados y autónomos, de creer que basta con desear algo intensa y claramente para lograr que se haga realidad, si es cierto que ahora la gran mayoría de jóvenes desea llegar a convertirse en jefes y líderes cuanto antes, pero sin pasar primero por el aprendizaje de la responsabilidad, de la obediencia, de la planificación, de la constancia y persistencia, no nos extrañe que las organizaciones anden a la deriva, pasando de uno a otro objetivo, gastando horas y días en reuniones de planificación sin llegar nunca a establecer un plan concreto con metas y objetivos claros que marquen rumbo y dirección al trabajo diario.
¿Tendrá razón la sabiduría popular cuando dice que: “El que sabe, sabe; el que no…… es jefe”?
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