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Anacrónico

Nosotros no estábamos expuestos a tantos desórdenes que ahora abundan. Vea usted la manera de vivir de los jóvenes actuales: se asoman a abismos existenciales a edades tan tempranas que creo que no tienen aún el criterio suficiente para poder enfrentarlos en justa lucha.

Por Jorge Alejandro Castrillo
Psicólogo

Es él un hombre de edad suficiente como para conocer de primera mano sobre los asuntos importantes de la vida. La suya la ha vivido, me dice, con la intensidad suficiente que ahora le permite decir que la ha vivido a su gusto. Mr. Miles, como lo llamaré para salvaguardar su identidad es miembro de una familia numerosa, como muchas familias salvadoreñas de antes. Creo que en algún momento de su interesante conversación me comentó que era uno de entre trece hermanos y hermanas. No, no osé preguntar si todos con la misma pues no era una situación para chascarrillos picarescos que pudieran desviar la atención para puntos distintos de los que quería tratar. Es la ventaja de las conferencias virtuales, me parece: la tecnología marca no solo una distancia física, que acorta y casi elimina, sino también otra afectiva que, no obstante todos los intentos que se hagan, permanece sensible, dándonos la oportunidad de sopesar mejor el transcurrir de dichos intercambios virtuales. ¿Será que para los chicos de ahora, que “han nacido con el chip de la virtualidad”, esta es en todo semejante a la interacción cara a cara?

Mr. Miles tuvo oportunidad de correr mundo a sus veinte universitarios años. “Lo hice con una cierta dosis de locura, que mejor llamaré osadía intrépida”, me dijo (le gusta hacer juegos de palabras y expresarse con propiedad). Eran otros tiempos, agregó innecesariamente, cuando lo que parecía intrépido resulta ahora entretenimiento de adolescentes bisoños. En fin, Jorge, viajé lo que pude, conocí y experimenté lo que mis valores me permitieron, me comprometí con lo que creía justo y luché por ello (le diría que como revolucionario, si esa palabra conservara todavía el idealismo con que antes se pronunciaba y que políticos que se dicen de izquierda pero que aún figuran en estos momentos- no sé con qué cara- en los círculos del gobierno no la hubieran despojado de ese candor y brillo). Como le decía, por esos años amé mucho creyendo que nunca más amaría igual. Y me alegro de haberlo hecho, creo que con cada una de esas experiencias aprendía a amar mejor para la próxima vez que lo intentaba. Pero no me crea santo varón, también yací con ellas por el placer de hurgar, de hundirme en sus cuerpos de ébano turgente o de dorado resplandor, viví el encanto del amor liviano, pasajero, juvenil. Me entregué no una, sino muchas veces. Siempre con una a la vez. La infidelidad no se me daba tan bien a mí entones (ahora menos) pero tampoco había aprendido a tener la paciencia necesaria para el amor verdadero. No me arrepiento de nada. Me lamento sí, de haberme alejado tanto del camino del Señor, ahora mi norte y asidero. Pues sepa que no siempre fui el hombre piadoso que ahora visita al Santísimo donde y cuando puede. Tanto que lo más bonito que encuentro en mi actual trabajo es la cercanía que guarda con una iglesia donde está permanentemente expuesto el Santísimo, lo que me da la oportunidad de visitarlo con frecuencia durante mi hora del almuerzo.

Mr. Miles continuó repasando distintos aspectos de su vida. Su faceta de padre fue de las más visitadas y comentadas. Los hijos engendrados en el marco de una relación que no perduró (no quiso entrar a comentarla y no lo incliné a ello) son los que lo mantienen más cerca de la juventud actual. Él tiene claro que no todos los jóvenes actuales son iguales, pero identifica grandes e importantes diferencias entre la mayoría de los actuales con la generalidad de jóvenes de sus años. No me gusta hacer muchas comparaciones -me dijo- pues siento que casi siempre salen ellos perdiendo. Y es probable que pierden no porque nosotros hubiéramos sido mejores, sino porque nuestro mundo era –con todos los peligros que siempre tuvo- más fácil de vivir en él. Nosotros no estábamos expuestos a tantos desórdenes que ahora abundan. Vea usted la manera de vivir de los jóvenes actuales: se asoman a abismos existenciales a edades tan tempranas que creo que no tienen aún el criterio suficiente para poder enfrentarlos en justa lucha.

La última vez que conversé con los jóvenes de la empresa para la cual trabajo (lo hacemos de buena forma, con frecuencia y creo que con provecho), al retirarme del grupo, alcancé a escuchar que una de ella decía de mí: “Buena onda el señor este, bastante anacrónico en sus formas de pensar, pero siempre me deja con la sensación que sus vivencias fueron más intensas que las nuestras. Y me parece que se arrepiente de menos de lo que yo me arrepentiré si llego a su edad”.

Le confieso que al principio de dolió lo de anacrónico –cerró-, pero me siento tan bien con lo vivido, que desde ahora tomaré como misión personal exponerme ante ellos, responder sus dudas y preguntas, expresarles los valores que me animan y contarles los dilemas que me tocó enfrentar cuando tenía sus años. Es ayudarlos a ver la vida desde otra perspectiva. Creo que es lo que les hace falta a muchos de ellos. ¿Anacrónico Mr. Miles?, terminé preguntándome.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com

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