Durante los últimos días he leído a varios periodistas de diversos medios de comunicación asegurar que esta es la época política más dura y oscura a la que se han enfrentado desde que El Salvador vive en democracia. El presidente Bukele no solo le ordenó a su bancada legislativa aprobar un reforma al Código Penal que permitiría que el Estado que él controla ya en su totalidad penalice con 15 años cárcel a aquella persona que reporte o comparta información sobre el fenómeno de las pandillas; además de todo esto, él mismo, desde su cuenta oficial de Twitter, ataca a periodistas con la intención de encasillarlos como “aliados de las pandillas”, tal como hizo con Juan Martínez, a quien le llamó “basura” hace unos días y puso su vida y la de sus cercanos en peligro, o como también el panfleto oficialista hizo lo mismo con Bryan Avelar al difamarle. Los periodistas de El Salvador viven y temen la censura pero también la persecución.
Como he señalado ya, el Estado lo controla Bukele. Hoy, a falta de un Estado que funcione en su horizontalidad debido al desmantelamiento autoritario que ha sufrido ante el bukelismo, solo quedan dos pilares más por desmantelar: el de la sociedad civil organizada y el periodismo. A lo que más le teme la tiranía es a la opinión bien formada y eso es lo que está tratando de neutralizar el bukelismo. La imagen del partido Nuevas Ideas y la de sus diputados está cayendo en picada y este hecho, dentro de un proyecto que se sostiene en la figura de una sola persona, pasa una factura muy alta. Entre menos periodismo y menos crítica, el oficialismo tiene mayor margen de maniobra para proteger la imagen de su caudillo.
Es importante no olvidar que estos últimos sucesos, que atentan contra la libertad de prensa y la libertad de expresión, se dan en medio de un Régimen de Excepción con vigencia de 30 días, y que estos podrían ser prorrogados, según ha declarado el Ministro de Seguridad Pública. Dentro de este Régimen de Excepción la ciudadanía ha perdido temporalmente su derecho a la libre agrupación; por tanto, frente a la indignación de la censura, las calles no se han manifestado debido a que la fuerzas policiales y militares tiene la facultad de apresar a cualquier manifestante. Repito, todo esto sucede y puede suceder hechos aún más alarmantes, en un Estado que controla a plenitud el Presidente.
Estamos viendo cómo el oficialismo coloca en el tablero sus piezas de frente a la carrera electoral de 2024, una contienda que lleva como objetivo principal la reelección de Bukele y al mismo tiempo el caudal de poder que le permita reformar la Constitución de la República una vez él se haya reelecto; ante ese escenario, la disputa de los escaños en la Asamblea Legislativa es fundamental. De momento, a quienes desde la ciudadanía hemos mantenido una voz crítica solo nos resta educar al vecino, conversar y expandir un mensaje que logre unificar a una parte de la sociedad que esté dispuesta a disputarle el poder al bukelismo. Esa disputa y sus resultados definirán el futuro de nuestra República.
Mientras escribía esta columna probablemente cientos de personas están sufriendo el encierro injusto de un ser cercano, víctima del Régimen de Excepción y de los estigmas de esta sociedad. El responsable de esas injusticias actuales es el Presidente, el mismo que prometió becas y patinetas, pero que hoy encarcela a inocentes y habla de justicia. Esto es tiranía a plena vista.
Comunicólogo y político