Recientemente celebramos dos fechas importantes que tienen que ver con la preservación ambiental: el 21 de marzo, el Día Internacional de los Bosques, y el 22 de marzo, el Día Internacional del Agua, dos recursos muy vulnerables en la región centroamericana.
Ninguna empresa o industria en el mundo puede producir agua de manera artificial. El agua depende de un ciclo natural —nos lo enseñaron en la primaria— que surge de la evaporación en los océanos, condensándose en la atmósfera, posteriormente precipitándose en la cadena montañosa, en el bosque húmedo que infiltra el agua y ésta busca su curso nuevamente hasta el océano para repetir el ciclo. El grave problema es que en el proceso del ciclo del agua, algo lo interrumpa o lo altere, la mano del hombre.
Esas alteraciones son la desertificación, la tala indiscriminada, la pérdida de la cobertura vegetal de las selvas, los incendios y el avance de la mancha gris. Genera erosión y la falta de infiltración del agua al suelo, la falta de bosque disminuye la evaporación, la humedad y genera déficit de lluvias, abonando al denominado estrés hídrico, el cual una gran parte de nuestra población padece. También la función del bosque o de los pulmones verdes en las ciudades es de secuestrar carbono y proveernos oxígeno, una mejor calidad de aire a los ciudadanos; al destruirlas, se genera más gases de efecto invernadero a la atmósfera, la acumulación de estos gases produce altas temperaturas y aceleran el calentamiento del planeta. Entidades como la Alcaldía, autónomas como ANDA y el rector Ministerio del Medio Ambiente deberían triangular esfuerzos y políticas en torno a los pocos bosques y zonas de absorción e infiltración que quedan en el país, con la visión de nación de garantizar el vital líquido a las futuras generaciones. ANDA debería fomentar planes agresivos de reforestación, ya que aparte de invertir en plantas potabilizadoras se debe garantizar la producción de agua desde tierras más altas mediante el bosque.
Debemos alentar a los alcaldes de todo país a no convertirse en enemigos del medio ambiente, que busquen ayuda técnica antes de echar andar proyectos de gran escala, para que los errores no se paguen caro ambientalmente, ni los pague en creces la población.
Recientemente denunciaron en San Miguel la construcción de reservorios de agua, la tala indiscriminada de zonas verdes, pero el objetivo de dicha construcción es beneficiar a la comunidad de graves inundaciones; el error fue desconocer que un sumidero de carbono como esa área verde da más beneficios de lo que uno se imagina: los árboles absorben el agua lluvia y la infiltran al suelo. Era mejor conservar el bosquecito. Confiamos en que el alcalde de esa ciudad compensará el daño sembrando más árboles o adecuando más zonas verdes.
Los bosques nos proveen servicios ecosistémicos, entre ellos la regulación de la calidad de las aguas superficiales. Antes de cuidar el agua debemos preservar, cuidar el bosque.
Publicista y ambientalista/Chmendia