Caminar en la playa, recorrer un par de kilómetros, entre conchas y tapones de plástico, latas de cervezas, envoltorios, plástico triturado de algún juguete abandonado, mientras pasan las sombras de los pelícanos que alineados van en búsqueda de alimento marino... Estamos más o menos cerca de Acajutla, y algunos cargueros internacionales se divisan en el horizonte marino, anclados, esperan en algún momento atracar en el legendario puerto. A pesar de estar en la playa, pasan algunas motocicletas y pick ups que entran por accesos públicos para llegar a la paradisíaca bocana de Costa Azul, que a las 9 de la mañana va llenando, donde el agua es clara, no tan profunda, y se puede ir nadando, mientras las brisa marina encumbra una bandada de gaviotas con un lindo cielo azul y con fondo de espeso manglar.
Geografía de belleza natural en nuestro litoral compartido por Sonsonate y Ahuachapán... De repente siento en mi pierna una especie de manto (una medusa, pienso) que la abraza y después me doy cuenta de que es una de esas bolsas de tela que dan en el supermercado, en buen estado y lista para que de regreso. Vaya, recogiendo la basura común que la gente deja tirada sin ningún remordimiento. Todo mundo animado, a buena hora, donde el mar no jala tanto y el sol no es tan intenso, disfrutamos pero olvidamos algo importante: dejar de ensuciar.
A metros del mar deberíamos dejar de llevar objetos que dañen el entorno, botellas plásticas, plásticos de un solo uso, bolsas, etc. A pesar de ser una zona turística, la pobreza impera en esos lugares, el desarrollo social es poco y ni se diga la infraestructura vial, calles de tierra, polvosas, algunas comunidades sin luz y con acceso reducido al agua potable. ¿Cómo exigir un novedoso sistema de gestión de desechos? Pese a que hay casas de playa paradisiacas —por no llamarlas mansiones—, los habitantes de la zona luchan por comer y ganarse el pan honradamente, y cuando llegan algunos veraneantes, ellos les ofrecen sus productos.
Dejemos de ser egoístas y tendamos una mano solidaria y que se vea el desarrollo social por medio de las mismas personas que llegan a disfrutar de la costa, de los propietarios de esas casas, fomentar los empleos verdes, crear centros de acopio de plástico, remunerar a los recolectores, la limpieza de la costa debe ser una acción permanente. A falta de un sistema de recolección, los pobladores de esa zona agrupan y queman la basura, ocasionando daños más graves al medio ambiente. El problema del vidrio se puede notar en algunas zonas de Costa Azul: promontorios de envases de vidrio apiñados sin ningún tipo de gestión, ahí quedarán miles de años enterrados bajo la arena. En Semana Santa, cuando todo el mundo visita la costa, debemos evitar llevar materiales que alteren el ecosistema, los productores y distribuidores nos digan qué hacer con esos desechos (como reciclarlos). Hay que ser responsables, no todo es venta y consumo.
Publicista y ambientalista/Chmendia