La desertificación es otro de los grandes problemas ambientales de nuestro tiempo, y es muy importante recordar que en los últimos 122 años, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, sus siglas en inglés), se ha destruido la mitad de los humedales del planeta.
Los humedales son verdaderos generadores de vida, pues son hábitat natural para fauna terrestre, acuática, fuente de alimentos y plantas medicinales, y con su pérdida se rompe ese primordial eslabón de la cadena de la vida. Además, la deforestación, la tala para contar con combustibles fósiles, el mal uso de suelos y riego, la minería, y el pastoreo contribuyen a la desertificación y al aumento de la temperatura.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año unos 55 millones de personas en el mundo se ven afectadas por las sequías, pues les altera su modo de vida por la escasez de agua potable, por la disminución de cosechas, por el impacto en el ganado y por el aumento del riesgo de transmisión de enfermedades. Todo esto lleva al movimiento masivo de personas y, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), unos 700 millones de personas corren el riesgo de desplazamiento de aquí a 2030, es decir, en escasamente 8 años.
En relación con Centroamérica, la contaminación de muchos lagos, ríos y playas es visible y alarmante, las veras de muchos caminos y carreteras son verdaderos vertederos de basuras, la contaminación del aire es obvia, y cuando se viaja detrás de muchos camiones y autobuses, que más pareciera que están incendiándose, se siente la asfixia, se constata el uso intenso de la leña como combustible y se observa la contaminación transfronteriza por la minería y por basuras que llevan los ríos. La deforestación por la ganadería a gran escala, incluida la ilegal, y siembras como la palma de aceite afectan a las poblaciones locales, en particular las indígenas y amenaza con la extinción de especies como el jaguar, los tapires, y el perico de pico blanco. La deforestación agudiza los problemas de escasez de agua, que en el caso de Centroamérica también se debe a su manejo deficiente, pues la mitad se pierde por fugas en las redes.
En todo caso, el Corredor Seco Centroamericano que va de Guatemala a Costa Rica, y el Arco Seco de Panamá, son realidades importantes que no se pueden dejar de considerar. El Corredor Seco cubre zonas importantes de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica y prácticamente todo El Salvador, y el Arco Seco de Panamá está fundamentalmente en su costa pacífica, en la península de Azuero. El cambio climático y el calentamiento global afectará directamente la vida de las personas que viven en estas zonas de Centroamérica, pero también en otras por la cadena de consecuencias que no tiene límites.
La falta de información adecuada ha sido un problema y por eso, en 2017, se decidió establecer el Sistema de Vigilancia de la Sequía Agrícola en Centroamérica, con el apoyo de la FAO, en asociación con el Comité Regional de Recursos Hidráulicos del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y los servicios nacionales de meteorología con el apoyo del Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC); un paso muy valioso.
Sequías y huracanes se hacen cada vez más intensos por el cambio climático. Solo a título de ejemplo, la sequía de 2014, de acuerdo con un informe de OXFAM que cita el Banco Mundial, afectó de forma drástica a unas 236,000familias en Guatemala; 120,000 en Honduras; 100,000 en Nicaragua; y 96,000 en El Salvador. En Costa Rica de acuerdo con el Global Waterpartnerhip Central America, hubo, pérdidas de unos US$ 13 millones en la producción de granos básicos y de US$ 6.5 millones en sector pecuario, y en Panamá una reducción de 50% de la siembra y cosecha de arroz. Y cómo olvidar los huracanes Eta y Iota en noviembre de 2020, el segundo apenas una semana después del primero, que afectaron a 6.5 millones de personas en Centroamérica, con comunidades inundadas, incomunicadas y aisladas y el desplazamiento de 937,000 personas en Guatemala, 339,000 en Honduras y 232,000 en Nicaragua.
En Belice, la sequía de 2019 y las inundaciones de 2020 afectaron el 35% de la producción de caña, con un costo de unos US$ 14 millones. Está claro que del cambio climático no se salva nadie.
Muchos están dañando el medio ambiente, pero somos más los que podemos salvarlo.
Ex Embajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.