Hasta hace poco los ecologistas eran considerados como gente ilusa, algo hippie, poco realista. Se les veía con un poco de lástima y de broma.
El desorden creciente de la naturaleza nos está obligando a repensar la ecología. No se trata de salvar animalitos ni proteger flores. Está en juego el futuro de la humanidad, nuestra supervivencia.
La naturaleza se está haciendo oír. El cambio climático provoca desórdenes catastróficos cada vez más frecuentes.
El calentamiento global ya no es tema de discusión, sino problema acuciante Especies animales y vegetales van desapareciendo sin posibilidad de recuperación.
La escasez de agua está empujando migraciones humanas en busca de supervivencia Las reservas naturales se achican Bosques y ríos se van reduciendo.
Por otro lado, el modelo consumista de la actual generación está creando condiciones peligrosas. El concepto de lucro como motor de desarrollo despierta un afán devorador creciente. Una voracidad en aumento provoca el despilfarro de las riquezas de la naturaleza, el aumento de residuos no biodegradables, la contaminación de lagos y océanos
Esta mentalidad depredadora se pretende justificar desde un punto de vista exclusivamente comercial. Es la civilización del desperdicio: estimular el ansia de consumir para obtener así ganancias económicas. Comprar y tirar. Se crea necesidades artificiales para mantener el crecimiento del mercado.
Este esquema consumista produce un desequilibrio social a nivel mundial. Las multinacionales explotan a su favor las inmensas riquezas naturales de los países pobres, privándoles así de recursos para su propio sostenimiento.
Las guerras que tienen por escenario ordinariamente a países pobres, alimentan el escandaloso mercado armamentista y provocan emigraciones masivas de las poblaciones afectadas.
La crisis ecológica es una crisis antropológica. Es el hombre mismo quien está causando estos desmanes por su afán egoísta y desaforado de buscar su propio bienestar en detrimento de los demás.
La crisis ecológica nos está advirtiendo del riesgo de provocar catástrofes irreparables que dañarían de un modo incalculable a toda la humanidad. Estamos a tiempo de manipular con sensatez los tesoros que la naturaleza nos ofrece.
Sacerdote salesiano y periodista.