Compensar es una palabra muy justa para todo el daño que se cierne sobre el medio ambiente en el presente, unas veces sin intención y otras veces transgrediendo sin escrúpulos, sin conciencia y sin justicia, con toda la fuerza de la mala intención. El Salvador es una territorio reducido que por las circunstancias políticas y sociales desde que dejamos de ser parte del Reino de Guatemala (Siglos XVIII y principios del siglo XIX).
Desde que surgió la República y nos independizamos de la administración política – territorial de la Península Ibérica, contamos con un pequeño territorio, menos que el de la mayoría de países de Centroamérica y cuya población ha ido creciendo con las décadas en un territorio minúsculo, con una desventaja territorial ante el crecimiento poblacional en comparación con la República de Honduras, de 112, 492 Kilómetros cuadrados donde cabemos 5 veces como territorio, y en donde hay mucha tierra próspera y en algunos casos ociosa sin que manos laboriosas la trabajen y produzcan.
Podría existir una injusticia histórica territorial para El Salvador, en parte por no haber tenido connacionales con el suficiente ahínco para defender con todas las herramientas diplomáticas y de conciencia nacionalista el limitado territorio. Con la hermana República de Honduras siempre ha habido pugnas territoriales o litigios en los cuales lamentablemente El Salvador ha terminado perdiendo y reduciéndose más.
Uno de esos litigios que recientemente han afectado las relaciones diplomáticas con el vecino país es con respecto a la Isla Conejo, y la salida de Honduras al Océano Pacífico, por medio del Golfo de Fonseca, cuyas aguas se comparten entre los tres países, El Salvador, Honduras y Nicaragua, aunque Honduras queda como encerrada en el Golfo y tiene que solicitar permiso a El Salvador y Nicaragua para navegar y así poder salir al Pacífico.
El intento de obtener ese espacio soberano de más de 3 mil millas náuticas para salir al océano Pacífico se iba a consolidar en un tratado que dejaba fuera a El Salvador en 2021, lo iban a suscribir los dos países y sería firmado por los presidentes Ortega (dictador nicaragüense) y Juan Orlando Hernández (JOH, extraditado a Estados Unidos) denominado: Tratado Integracionista del Bicentenario (Sin El Salvador) debía ser ratificado por los poderes legislativos y después hacer el depósito del mismo a la Secretaría General de Naciones Unidas para obtener su naturaleza de tratado Internacional y así mismo adherirse al Derecho Internacional. El Congreso hondureño no lo ratificó por encontrarse en elecciones generales; Nicaragua sí, pero hasta ahí llegó el asunto.
El tema de estos límites en el Golfo no es prioridad para la actual presidenta Xiomara Castro, como sí lo era para el expresidente hondureño JOH, que de forma desafiante construyó un helipuerto en dicha isla, justo en el traslape entre el gobierno de Funes y Sánchez Cerén (quinquenios de la izquierda), Mauricio Funes solamente se limitó a condenar de “una provocación de Honduras” y que el gobierno del profesor diera seguimiento al delicado tema limítrofe y de soberanía del Golfo de Fonseca. Se puede decir que El Salvador salió ganando en esta situación, después de ser ninguneado por estos dos oscuros personajes de la historia centroamericana reciente, que como en buen salvadoreño se puede decir solo fueron “llamarada de tusa”.
El Golfo de Fonseca se describe muchas veces como paraíso natural, y realmente lo es. A pesar de estar compartido por tres países, no está exento de explotación y contaminación, objetivo por excelencia de la asechanza del cambio climático en el que pondría en riesgo a muchas comunidades, incluyendo a los isleños, y desataría una migración climática.
Entre sus problemas de depredación ambiental está la deforestación y el avance de la agricultura, salineras y camaroneras; pérdida del manglar, que por cierto es o representa el 22% del área de manglares de la costa pacífica de América Central.
En ese avance de la agricultura, cultivos como el de melón y sandía así como el monocultivo e la caña de azúcar alteran el suelo y las fuentes de agua potable, que ponen en riesgo a la salud de las personas. Imán de eventos climáticos extremos, reducción de la pesca y la vida marina, contaminación plástica y de desechos por parte de muchos municipios en El Salvador como en Honduras.
Requiere de la atención de los tres países y más que su explotación, requiere de la conservación y que los ojos de los organismo integracionistas como el SICA estén más atentos a su preservación y desarrollo económico y social.
Publicista.