Eva Stella -y yo, Indra- seríamos desterrados en aquel nuevo paraíso en “Akala”. Todo por desobedecer a los colonizadores de iniciar una nueva raza con ella y el humanoide Adán Lemure, modificado por la eugenesia. Una noche iluminada nos apartamos de todos a contemplar los fuegos celestes de “ambara” -el éter primordial del espacio sideral. “En tus ojos veo el universo” –le dije, admirando su belleza. Ella respondió “Y el universo se mira en nosotros”. Como astrofísicos sabíamos que éramos parte del mismo universo y éste parte nuestra. “Somos el universo que se contempla a sí mismo” habría concluido ya la astrofísica estelar. Una aurora austral iluminó las alturas, emitiendo acordes musicales. “¿Quién toca esa hermosa sinfonía?” –pregunté. “Es la mano del divino arpista –dijo Stella. El Músico de las Estrellas que –en nosotros—se escucha a sí mismo” –agregó la amada. Entonces la sinfonía universal envolvió la vasta eternidad de “Akala”. “Los genios musicales de nuestro perdido planeta Tierra escucharon esa misma armonía celeste. El griego Pitágoras la llamó la música de las estrellas” –dijimos, detenidos en el tiempo. (XVII) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>
El arpa celeste de ambara
Por Carlos Balaguer | Mar 15, 2022 - 19:48