Cualquier persona que apoye una guerra está en contra de la humanidad y de la conservación de toda clase de vida en el planeta.
No es necesario tener dos dedos de frente para comprender que toda guerra conlleva, muerte, dolor, sufrimiento, hambre, miseria y toda clase de abusos hacia la integridad de los seres humanos.
Por supuesto, en las guerras hay un número minúsculo de personas que empujan y promueven el conflicto porque van a hacer negocios de todo tipo, lucrándose, enriqueciéndose, y sin darse cuenta, envileciéndose. Estas personas son seres insensibles, sin valores morales ni espirituales, que siempre han existido y existirán, a los cuales hay que identificar y apartarse de ellos.
Por supuesto que promover y apoyar una guerra es muy diferente a defenderse. Responder en defensa de la propia vida y la integridad física y emocional es un derecho reconocido e incluso, es natural.
Claro que hay que defenderse y luchar para acabar con el infame que inició el enfrentamiento; aunque hubiera sido mejor y menos doloroso y destructivo, que se hubiera previsto, prevenido e identificado a ese Leviatán, para haberlo neutralizado desde antes que se diera la conflagración que ya generó muerte y destrucción.
Ante el recuerdo de tragedias como Hiroshima, Nagasaki y Chernóbil, es comprensible que se genere una actitud, pacifista o sumisa, como se le quiera llamar, para evitar un choque que pudiese derivar en otro episodio de esta índole; no obstante, la historia ha demostrado que esto ha dado resultados peores, a la larga.
Fue lo que le sucedió al Primer Ministro británico, Neville Chamberlain, y al Presidente de Francia, Eduard Daladier, en septiembre de 1938, quienes entregaron Checoslovaquia al demente Adolf Hitler, con la esperanza que el dictador se iba a conformar y no iba a apoderarse de otros países. Con la ilusión de no repetir la masacre de la Primera Guerra Mundial.
Ya todos sabemos que tanto el inglés como el francés cayeron en la trampa, fueron burlados, le fallaron a sus pueblos y a muchos millones de humanos, quienes pagaron un precio horroroso e indescriptible.
Pues parece que muchos han aprendido de la historia: Suiza (a pesar de su “neutralidad perpetua”), Alemania (el indiscutible líder europeo), Estados Unidos, Suecia, Finlandia, se suman a otros países europeos como Bélgica, Estonia, Francia, Grecia, Letonia, Lituania, Países Bajos, Polonia, Portugal, Rumania, Reino Unido y República Checa, que han declarado públicamente y tomado acciones en contra del dictador Putin y sus maniobras salvajes.
La mayoría está enviando o aprobando entregas importantes de equipo militar a Ucrania para que no solo se defienda, sino para que debilite al monstruo de cien cabezas, evitando así una invasión que se disemine y traiga otro fenómeno mundial contra la humanidad y el planeta Tierra.
Y no solo ellos: jugadores de fútbol, la FIFA y otras organizaciones relativas a ese deporte han excluido a Rusia de participar en el próximo mundial. Miles de personas de muchos países se manifiestan de manera personal o grupal contra el conflicto que el ruso Putin ha generado, exigiendo la paz.
Sin embargo, ahí están Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán, Siria y Bielorrusia, respaldando a Vladimir Putin. Y refiero a Putin, pues no hay que cometer el error de “universalizar” a los actores de los hechos de gran envergadura, cuando en realidad se trata, en la enorme mayoría de hechos humanos, de solo unos cuantos tomando decisiones, quienes tienen nombre y apellido.
Los ciudadanos rusos no apoyan la guerra generada por su mandatario dictador y se manifiestan públicamente en su contra, a pesar de la represión.
Vergüenza y repugnancia despiertan los mandatarios de los países que respaldan la muerte y sufrimiento de personas humanas, y más aún, de la gran posibilidad de la destrucción del planeta con armamento nuclear. Que la luz se derrame sobre nosotros para ver mejor. ¡Hasta la próxima!
Médica, nutrióloga y abogada
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