El 24 de febrero de 2022 constituye una fecha histórica. Desde las primeras horas de la invasión rusa a Ucrania, las consecuencias sobre las relaciones internacionales se multiplicaron. Apenas pasaron unos días desde los primeros bombardeos y la perspectiva de un nuevo orden internacional surgió, aunque todavía el desorden prevalece.
La brutalidad, la amplitud de las operaciones tanto como el plan secreto de su preparación proyectaron al mundo una realidad que muchos tenían olvidada: ¡la guerra ha vuelto a Europa! La invasión de Ucrania pone de nuevo, en el centro del esquema político internacional, el tema de la potencia, del “hard power” y de su uso.
En Europa ya parecen lejanas las horas de choque frente a la violenta iniciativa rusa. Las miradas atónitas han pasado a una voluntad firme de tomar responsabilidades. Desde hace unos días, el Occidente y sus aliados están en la respuesta tanto como la iniciativa en una lógica preventiva y acción. La puesta en alerta “de las fuerzas de disuasión del ejército ruso” por el presidente Vladimir Putin, el domingo 27 de febrero, han vuelto indispensable volver a la realidad. Desde entonces, una forma de marcha contra el reloj está activa para todos los actores: Rusia está acelerando su ritmo de invasión mientras todos se preparan a la batalla de Kiev mientras las ciudades de Kharkiv, Odessa, están bajo el fuego. Las sanciones reforzadas, la movilización de la sociedad civil en todas partes del mundo con, por ejemplo, los sectores del deporte y de lo cultura, constituyen tantos hechos que obligan a Rusia a moverse.
El ministro de la economía de Francia, país que asume para seis meses la Presidencia del Consejo Europeo, Bruno LE Maire, afirmó el 1 de marzo que las sanciones financieras y comerciales buscan “provocar una caída de la economía rusa”. Estas acciones constituyen el nuevo “hard power” de los tiempos modernos. No tiene fronteras, es digital pero terriblemente eficaz y global. Pero el “hard power” cuenta también con una dimensión física, con el potencial militar que sea convencional o nuclear.
La perspectiva de la nueva guerra fría y sus consiguientes bloques regionales, que se está constituyendo ante nuestros ojos desde hace pocos días, que nos parecen meses, se está volviendo realidad. Está surgiendo un nuevo mundo, caracterizado por nuevos bloques, donde la verdadera arma de disuasión masiva es económica y financiera. Rusia se está volviendo un país “paria” en el mundo mientras una nueva mecánica se pone en marcha de forma inexorable. Las sanciones económicas afectan a sectores de la economía que son pilares para Rusia. Constituyen la otra cara de la disuasión que también contiene un boleto último, el armamento nuclear. Nutren un contexto muy tenso alimentado la perspectiva de cambios profundos en las relaciones internacionales.
El 24 de febrero de 2022, con el principio de la invasión rusa a Ucrania, quedará en la historia como la fecha que provocó la entrada del mundo en un nuevo “desorden” global, preámbulo de un nuevo modo de funcionamiento. La historia de Rusia parece ser un sistema inmutable, basado sobre el concepto del imperio. Su restauración y expansión tiene vocación en proteger su centro vital territorial: las anexiones como la de Crimea en 2014, las relaciones con países considerados como “satélites” como Bielorrusia contribuyen a alimentar esta lógica. En ese orden, Ucrania constituye una presa de primer orden: no es miembro de la OTAN y tampoco de la Unión Europea. Aparecía desprotegida frente a la potencia rusa que integró el sentimiento de la amenaza permanente “de Occidente”.
Países como Moldavia y Georgia dieron a conocer su preocupación en cuanto a su seguridad. Ahora bien, la guerra en Ucrania contiene elementos inéditos y reveladores de la época digital en la cual entramos desde los años 2000. La guerra tiene una fuerte dimensión en términos de comunicación. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, transmite mensajes vía las redes sociales, que nutren los esfuerzos de una forma de resistencia de su ejército, minoritario frente al gigante ruso tanto como el orgullo de su pueblo. En 2022, la guerra se realiza también en los soportes mediáticos y de comunicación virtuales que imponen un ritmo de reacción inmediata; aceleró la toma de conciencia de la amenaza de los europeos y reacciones históricas: Alemania, por ejemplo, rompe con la doctrina del pacifismo inscrita, por razones legítimas, en su acción política desde en decenios. Decidió el 26 de febrero pasado dedicar 2% de su PIB a su defensa, invirtiendo de inmediato más de 100 mil millones de euros en la renovación de sus equipos y nuevos programas. El canciller Olaf Scholtz afirmó que era el precio en pagar para proteger a la Libertad y la democracia.
Más que nunca, el binomio Francia-Alemania tiene la capacidad en construir la potencia política y militar de Europa, que no se pudo hacer desde los años 1950, confinando a Europa al papel económico y comercial. Y por cierto, la posición francesa pone en relieve este nuevo rumbo: único país de la Unión Europea en poseer un armamento nuclear operacional, a lo cual se une su independencia energética y es miembro permanente del Consejo de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. El presidente Emmanuel Macron es el actual Presidente de la Unión Europea hasta el 30 de junio próximo y tiene la responsabilidad de encontrar una salida a esta crisis histórica que se desempeña sobre el suelo europeo.
La estrategia rusa estos últimos años consiste en una difusión de su presencia. Por ejemplo, los grupos de mercenarios rusos en Malí, tanto como en Centroáfrica, la presencia en Libia o Siria aparecen ahora, en la lógica de conflicto. Así también en América latina figuran los lazos con Venezuela o Cuba, así como las últimas declaraciones del presidente Alberto Fernández son reveladoras: “Argentina puede ser una puerta de entrada de Rusia en América Latina”. América Latina no puede aparecer como un nuevo instrumento de fines geopolíticos . Los recuerdos de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, las “guerras calientes” del periodo 1960-1980 con sus dictaduras y guerrillas, deben quedarse en las páginas, dramáticas pero también despertadoras de conciencias, de una historia compartida.
El despertar que provocó la agresión rusa se ilustra en la movilización internacional en defensa de principios fundamentales y constituye una respuesta a la guerra ilegítima contra Ucrania. Hoy en día todo es posible, empezando por lo peor. Finalmente, Vladimir Putin está logrando lo que parecía, todavía imposible hace apenas 10 días: reactivar la solidaridad de un Occidente que parecía sin aliento desde hace años.
La hora del despertar de la conciencia histórica y de la responsabilidad ha llegado.
Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr