Mientras observamos desde la seguridad de nuestros hogares cómo se desarrolla el éxodo de refugiados, somos testigos de cómo muchas personas se encargan de ayudar a los desplazados, quienes, con toda su vida guardada en una maleta, intentan llegar a la seguridad de los países europeos vecinos de Ucrania.
La palabra “Ángel”, del hebreo (malak), latín (angelus) y griego (aggelos), tiene su origen en la Biblia y significa mensajero. En este sentido, los ángeles son seres celestiales que adoran a Dios y como su nombre lo indica sirven de mensajeros de Dios a los seres humanos.
Se trata de seres espirituales, puesto que carecen de cuerpo y no dependen, para su existencia o actividad de las estructuras materiales. Son designados por Dios para ayudar a los seres humanos, tal como leemos en Éxodo 23, 20: “He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado”.
Como grupo no conforman un conjunto uniforme de seres, sino que constituyen entes diferenciados que se rigen por una jerarquía estricta. Estas jerarquías angelicales ya se mencionan en la Biblia y han sido explicadas por los Padres de la Iglesia.
Dionisio Areopagita, a partir de los textos bíblicos, clasificó y definió en su tratado De coelesti hierarchia (Acerca de la jerarquía celestial) nueve coros angélicos, distribuidos en las siguientes disposiciones: en el Primer Orden (Consejeros) se sitúan Serafines, Querubines y Tronos; en el segundo (Gobernadores), Dominaciones, Principados y Potestades; y en el tercero (Ministros) Virtudes, Arcángeles y Ángeles.
Los Arcángeles (nombre que significa “Ángel superior”) son a partir del Concilio de Letrán, en el año 746 después de Cristo, Miguel, Gabriel y Rafael; representantes distinguidos de esta categoría y con una iconografía propia la cual persiste hasta la actualidad: el Arcángel Miguel es representado con el demonio a sus pies, Gabriel anuncia a la Virgen María, la encarnación de Jesús y Rafael es representado curando la ceguera de Tobías.
Las estadísticas actuales sobre la creencia de los ángeles, nos muestran que entre los creyentes que profesan el cristianismo, hasta un 90% creen en los seres angélicos. Un 50% de aquellos que no profesan religión, creen que pueden existir ángeles. Dos de cada tres personas, creen tener un “ángel guardián” y casi la totalidad de ellos, recuerdan haber dicho oraciones a su ángel de la guarda, cuando eran niños.
Incluso en el diario vivir solemos referirnos a situaciones en donde participan los ángeles: Si en medio de una conversación entre muchas personas hay una pausa de silencio, no es raro que se diga que “un ángel está pasando”. De igual manera no es raro que cuando encontramos a una persona que nos auxilia en una situación apremiante, nos refiramos que “se trata de un ángel” quien nos ayudó. O el ya famoso, “los abuelos, siempre serán los ángeles de sus nietos”. Por su puesto, esta son expresiones simbólicas pero que indican la importancia de los ángeles en la vida cotidiana.
Es así como, mientras observamos desde la seguridad de nuestros hogares cómo se desarrolla el éxodo de refugiados en el presente conflicto, somos testigos de cómo muchas personas se encargan de ayudar a los desplazados quienes, con toda su vida guardada en una maleta, intentan llegar a la seguridad de los países europeos vecinos de Ucrania. Sabemos de los chefs que colaboran con lo que mejor pueden hacer, alimentos que nutren a mujeres y niños. Personal de salud, que a expensas de su propia seguridad se encargan de cuidar y sanar enfermos y heridos. Mujeres polacas que dejan sus coches de bebé para que puedan ser usados por los bebés desplazados. Personas particulares que viajan durante horas para movilizar a los refugiados, hasta lugares más seguros. Incluso están aquellos que ofrecen sus hogares para albergar a familias enteras. Un detalle sugestivo, desde hace unos 900 años el santo Patrono de Kiev y de la región de Ucrania es San Miguel Arcángel.
En fin, para muchos, estas son “personas haciendo lo que les corresponde”, o bien “voluntarios de buen corazón”. Pero para aquellos que reciben la atención que requieren en el momento preciso, cada una de estas personas se vuelve un “ángel” en sus vidas. Y para aquellos que proveen el acto caritativo ese efecto es reciproco. Ellos hacen realidad el versículo de Hebreos 13, 2: “No os olvidéis de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
Doctor en Medicina y en Teología.