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“Copiar” en los exámenes en el Instituto Nacional de antaño

Si por esos tiempos “copiar” no era raro en el Instituto Nacional reconocido por el rigor de la disciplina, había que imaginar lo que ocurría en el resto de establecimientos educativos con disciplinas más permisivas y laxas.

Por Rodolfo Chang Peña | Feb 11, 2022 - 18:45

En el Instituto Nacional General Francisco Menéndez, a mediados del siglo pasado, “copiar” en los exámenes era el pan de cada día, sobre todo en los primeros años y disminuía considerablemente en los cursos superiores, probablemente porque los jóvenes eran más responsables y se habían convencido de que la única opción para graduarse de bachiller era el esfuerzo propio. Si por esos tiempos “copiar” no era raro en el Instituto Nacional reconocido por el rigor de la disciplina, había que imaginar lo que ocurría en el resto de establecimientos educativos con disciplinas más permisivas y laxas.

Aun cuando todo mundo sabía que “copiar” en los exámenes era un fraude desde todo punto de vista conocí compañeros de aula que lo hacían cuando estaban al borde de aplazar una materia, y en el peor de los casos, de perder el año. Por el contrario, tuve conocimiento de estudiantes que consideraban el “copiar” en los exámenes como parte de un estilo de vida, no querían “fregarse mucho” e incluso pasaban los años a “puras copias”.

En asignaturas que requerían de más dedicación como Matemáticas, Álgebra, Geometría, Química, etc. los profesores del Instituto acostumbraban la evaluación semanal que puntuaba para la calificación mensual, esta a su vez en la nota trimestral y así sucesivamente de ahí que para aprobar la materia había que estudiar a diario y salir airoso en las pruebas periódicas. Aquellos que no se presentaban a un examen ni justificaban su ausencia eran calificados con cero lo que naturalmente les afectaba más adelante.

Las formas más comunes de “copiar” en un examen eran preguntar al compañero vecino, mirar sobre los hombros del que estaba sentado adelante, atisbar lo que escribía el compañero al costado y pasarse papeles con las respuestas. Las acciones más descaradas eran consultar apuntes, cuadernos o textos cuando se descuidaba momentáneamente el maestro encargado de vigilar el desarrollo de la prueba.
Formas de “copiar” más sofisticadas que ameritaban una cuidadosa planeación eran:

(1) La tarjeta retráctil con apuntes sintetizados y formulas con un hule adherido en un extremo que facilitaba hacer las consultas para luego retraerse en la manga de la camisa;
(2) El “acordeón”, similar al anterior, pero en lugar de tarjeta usaba una hoja con múltiples dobleces que permitían extender o plegar la hoja según se utilizara, por su forma y tamaño era fácil de ocultar en la corbata, cinturón o en el asiento.
(3) El “popolvuh” consistía en un minilibro que contenía conceptos, definiciones, fórmulas, etc. confeccionado de tal forma que se podía consultar con rapidez y esconderse incluso en la palma de la mano;
(4) Utilizar colaboración externa para resolver la prueba, método pocas veces utilizado porque requería una planeación milimétrica y participación de cómplices.

Sobre esta modalidad de engaño supe de un caso que resultó medianamente exitoso por cierto llevado a cabo por un compañero juguetón pero ingenioso y despierto durante el desarrollo de un examen de Física. La primera parte del fraude salió bien, un cómplice con el pretexto de prestar un libro, logró sacar el test del salón de clase y lo entregó a un tercero encargado de resolverlo. La falla estuvo en que el examen resuelto no logró regresar a tiempo y el Prof. Fernando Rodríguez Marino, apodado “Chorizo”, dio por finalizada la prueba, cogió todas las papeletas y las guardó bajo llave en un pupitre ubicado en el corredor contiguo. Al retirarse el profesor, el estudiante con el test resuelto no perdió la calma y con dificultades logró introducirlo en el pupitre, y para no despertar sospechas porque había quedado encima de todos, sacudió el mueble hasta volcarlo para luego colocarlo en su sitio. El lunes siguiente, cuando el Prof. Rodríguez Marino abrió el pupitre comentó: “Aquí como que hubo un terremoto” pero las cosas no pasaron a más. Y (5) La compra del test, método que necesitaba de la participación de varios compañeros, con la ayuda del grupo había que reunir la cantidad de dinero que se había pactado con anterioridad para entregarlo al empleado que se había prestado a la transacción.

 

En épocas de exámenes trimestrales y finales con frecuencia se tomaban medidas para contrarrestar el flagelo de “la copia”. Eran comunes revisar las mangas de las camisas, corbatas y cinturones. Se requisaban cuadernos, textos y apuntes en los salones. Los pupitres se separaban para que existiera una mayor distancia entre ellos. Algunos inspectores tomaban previsiones para ejercer un mayor control visual y cuando tenían sospechas cambiaban de lugar a los potenciales infractores.

Médico.

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