“Esa estrella que miras —dijo al arquero a la pequeña Mara— es Rhuna. Lejana como esa tierra desconocida que buscas”. De esa forma el arquero fue estrella y lejanía. “Si vuelvo alguna vez, te contaré si ese sueño era verdad” —dijo abrazando a la niña. Después le dijo adiós. Como lo haría con aquellos que abandonara, aún amándoles, en su infinito viaje a los montes. Los aborígenes de las tierras altas cantaban antiguas tonadillas que hablaban de aquellos peces mágicos que subían montañas. “Para dar con el monte que buscas —aconsejó un día Lapo al arquero— debes primero encontrar los caudales por donde los salmones regresan, remontando las aguas. Sigue con ellos el camino. Descubrirás entonces que tú eres un esguín más en el cardumen —que es la multitud de peces carmesí, trepando los montes. Ellos te conducirán a los perdidos manantiales. Tú y el murgón buscan lo mismo: El recuerdo de su propio ser.” Kania tenía la misma tez rojiza del barro de las montañas. Los salmones también. Entonces —al verles saltar aguas arriba— comprendió que era hermano de aquellos murgones voladores, buscando su recuerdo. Que es lo mismo que buscar montes y grandiosas fantasías. (XXVII) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
El "hombre salmón" buscando su recuerdo
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Por Carlos Balaguer | Sep 18, 2022 - 16:38