No sé si la noche se vistió de perro o fue que mi perro se vistió de noche. Los dos eran negros, leales y mágicos. La noche tenía el esplendor de estrellas y su profundo misterio. Mi perro azabache: sólo dos estrellas en la noche de sus ojos verdes, como el de las fieras de algún mundo perdido. Dicen que los perros ven a los invisibles seres de otras dimensiones. Y yo era acaso la extranjera aparición de una remota dimensión del amor. Por ello el can me veía intrigado, reconociendo en mí la misma extraña naturaleza de los sueños. Pues no sé si el perro se puso a soñar o fue que mi perro tan sólo fue un sueño. Como todos somos un sueño de Dios. Mi perro veía lo de otros mundos y yo aprendí un poco de su astucia, en aquel inmenso soñar que habitamos. La importancia de ese perro de mi lejana niñez es que estuvo junto a mí en aquella edad donde sólo existen cosas bellas y maravillosas. En ese tiempo existían niños y perros que miraban seres de otros mundos y de la otra dimensión de la felicidad. La misma que entonces estaba desnuda y a un bajo precio. Porque era la edad donde aún estamos desnudos de riquezas, deseos, orgullo y vanidad. Un sorbete de fresa nos hacía entonces feliz, un beso, una caricia, una rana cantándole a la luna, una promesa… Pero después subió el oro, el petróleo y, con ello, el precio de la felicidad. Mi perro dejó de ver siluetas de otros mundos y yo, mientras tanto, de ver la luna que se vistió de rana y la rana que se vistió de luna… A veces dejamos de ver tanto tiempo nuestros sueños. No sé si todo fue cierto o tan sólo un sueño del niño, del perro y del perro niño. O quizá la noche se vistió de perro o fue que mi perro se perdió en la noche. <palabrasbalaguer.facebook.com>
La noche color de perro
.
Por Carlos Balaguer | Ago 03, 2022 - 17:33