Algunos celestes argonautas no tenían mayores razones de volver a la Tierra pero la nostalgia –o la pavorosa soledad de aquel planeta extraño al que habíamos arribado— les impulsaba al retorno. Acaso a buscar -en un impreciso lugar del cosmos- el edén perdido de su fugaz existencia. Los únicos que quedábamos éramos nosotros: seres sin tiempo. El mismo que –como dije antes—parecía no existir en aquel exoplaneta, orbitando en una dimensión que detenía el transcurso de lo que concebíamos como “tiempo”. Así -en el incierto regreso al mundo hecho cenizas de la Humanidad- la nave ultra lumínica “Ícaro” desapareció ante nuestros ojos. “Es normal –dijo el almirante La Salle. No le hemos visto alejarse -con sus deslumbrantes fuegos- porque ha atravesado el umbral de la cuarta dimensión. Lo mismo de ´ser o no ser´ del enigma de la vida. Ellos quizá -como nosotros- nunca existieron.” –dijo. Los posibles “colonizadores” de Akala nos vimos consternados a los ojos, quedando sin respuesta. Acaso éramos sólo espejismo, una breve ilusión cuántica de la imaginación divina. (XIII) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>
Los que desaparecieron en el tiempo
Por Carlos Balaguer | Mar 08, 2022 - 17:02