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El enemigo

“La mente es su propia morada y por sí sola puede hacer del cielo un infierno y del infierno un cielo” (John Milton, El paraíso perdido)

Por Óscar Picardo Joao

Empecemos con una definición de la maldad. La de Philip Zimbardo, la cual tiene una base psicológica: “La maldad consiste en obrar deliberadamente de una forma que dañe, maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes, o en hacer uso de la propia autoridad y del poder sistémico para alentar o permitir que otros obren así en nuestro nombre”.


¿Qué es lo que impulsa la conducta humana? ¿Qué es lo que determina el pensamiento y la acción? ¿Qué hace que algunos de nosotros podamos caer con facilidad en la inmoralidad y el delito?


Nuestro viejo yo -el genéticamente heredado o educado- podría no actuar de la manera esperada cuando las circunstancias o reglas básicas cambian. Efectivamente, podemos aprender a ser buenos o malos con independencia de nuestra herencia genética, nuestra personalidad o nuestro legado familiar. Pero ¿el mal es disposicional o situacional?

La psiquiatría moderna aborda el problema de las psicopatías desde una orientación “disposicional”. Lo mismo ocurre con la psicología clínica y con la psicología de la evaluación y la personalidad. La mayoría de nuestras instituciones se fundan en esta perspectiva, incluyendo el derecho, la medicina y la religión. Presuponen que la culpabilidad, la enfermedad y el pecado se hallan en el interior del culpable, del enfermo y del pecador. Intentan entender planteando preguntas sobre el «quién»: ¿quién es el responsable? ¿Quién lo ha causado? ¿De quién es la culpa?


Los psicología social se inclina a evitar el criterio disposicional cuando intentamos entender las causas de una conducta inusual y se inclina por un enfoque “situacional”. Se prefiere iniciar la búsqueda de significado planteando preguntas sobre el «qué»: ¿qué condiciones pueden contribuir a determinadas reacciones? ¿Qué circunstancias pueden generar una conducta? ¿Qué aspecto tiene la situación desde el punto de vista de quienes se encuentran en ella? Las psicología social se pregunta en qué medida los actos de una persona se pueden deber a factores externos a ella, a variables situacionales y a procesos propios de un entorno o un marco dado.

El caso de los pandilleros representa un buen laboratorio de análisis: ¿su perversidad es una mezcla de condición genética y modelo educativo familiar heredado o existe un contexto favorable de pobreza, exclusión y protección que crea esta cultura de criminalidad?


Más allá de la maldad pandilleril, las nuevas políticas de seguridad han diseñado una nueva «imaginación hostil», una construcción psicológica que se ha implantado en las mentes de todos mediante una propaganda que transforma a los pandilleros en «el enemigo». La imagen de un enemigo aterrador que amenaza el bienestar personal y la seguridad nacional; y todo esto se hace con palabras, narrativas, videos e imágenes. El proceso se inicia creando una imagen estereotipada y deshumanizada del otro que nos presenta a ese otro como un ser despreciable, que cale en la opinión pública; y no es para menos, los pandilleros por décadas generaron violencia, terror, violaciones, extorsiones y homicidios.

Pero debemos analizar varios puntos de vista: a) Existe una raigambre antropológica y sociológica, la pandilla como estructura social ha sido un elemento perverso de la comunidad y a la vez un constructo propio de la pobreza, la exclusión, la marginalidad y la migración; b) Pese a las medidas represivas, no se han tratado ni resuelto las causas que impulsaron o generaron el fenómeno de las pandillas; c) Lo que está sucediendo en las cárceles, sobre todo el hacinamiento y el convivir en condiciones hostiles y antihigiénicas o los maltratos selectivos de los carceleros son una bomba de tiempo para el futuro. Estos tres aspectos minan la “sostenibilidad” de la seguridad y genera mucha incertidumbre.


En el marco del diseño de políticas y programas de seguridad siempre habrá que tener cuidado con la “deshumanización y desconexión moral” (Bandura); simples etiquetas o creencias pueden conectar y desconectar selectivamente nuestros principios morales y explicar o institucionalizar la crueldad teórica, discursiva o práctica.
En este contexto, podemos identificar a muchas personas que han cometido atrocidades con otras, muchas veces motivadas por unos “fines elevados”, por razones “ideologías” o por un “imperativo moral” que se instaló como paradigma en un determinado momento; de hecho, quienes planificaron, apoyaron y asesinaron a Mons. Oscar Romero o a los Padres jesuitas de la UCA, en su momento pudieron creer que estaban contribuyendo con una causa justa o buena, basados en una ideología extremista de anticomunismo para llegar a la “banalidad del heroísmo”.

Según Zimbardo (La cárcel de Stanford) dentro de ciertos entornos sociales que funcionan sujetos al poder, la naturaleza humana se puede transformar de una forma muy drástica; es posible inducir, seducir e iniciar a buenas personas para que acaben actuando de modo equivocado. También es posible hacer que actúen de una manera irracional, estúpida, autodestructiva, antisocial e irreflexiva si se las sumerge en una “situación total” con un aparato de propaganda o condiciones narrativas cuyo impacto en su naturaleza haga tambalear la sensación de estabilidad y coherencia de su personalidad, su carácter, su moralidad (…) La principal y más sencilla lección del experimento de la prisión de Stanford es que las situaciones tienen importancia. Las situaciones sociales pueden tener en la conducta y en la manera de pensar de personas, grupos y dirigentes, unos efectos mucho más profundos de lo que creemos (…) Así pues, siempre que intentemos entender la causa de una conducta extraña o atípica, sea propia o ajena, deberemos empezar por un análisis de la situación.


¿Cuál es la situación actual en la que vivimos? es una pregunta fundamental para entender todo; la situación es creada por sistemas, y éstos proporcionan el apoyo institucional, la autoridad y los recursos bajo el manto de una ideología, regla suprema y correcta a la que nadie se opone. Por el momento hay enemigos…

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.


Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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Filosofía Lucha Contra La Corrupción Opinión

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