Rhuna emprendió camino, dirigiéndose hacia la vasta llanura de Uma. Igual daba buscar la gloriosa utopía de su origen o conquistar la grandeza del deseo. Llevaba consigo los pergaminos mágicos de aquella fabulosa heredad en los montes. La misma que siempre le perteneció. Como nos pertenece desde el momento de nacer el inmensurable sueño de la vida. “Rhuna —la montaña de fuego— fue el hombre que se perdió a sí mismo” —dijo un día Lapo al despedirse del joven cazador. “Vete a buscar pues, la remota y grandiosa claridad de tu propio ser. Tú que eres, además, hombre, cima, regreso e ilusión.” Así el cazador de ciervos se sumergió en la noche de su éxodo. Desterrado por su propia fortuna se fue a buscar la más grandiosa heredad que hombre alguno pudo llegar a poseer. La llanura de Uma —según la leyenda— había sido habitada en el pasado por gigantes (asuras). Altos y soñadores, los titanes conquistaron alguna vez la tierra y el cielo. Pero su gloria pasó y —al cabo del tiempo— fueron desapareciendo. De vez en cuando se encontraban en las ardientes arenas sus enormes y calcinados huesos fósiles. Inmensos y lejanos como un recuerdo, los gigantes de Uma ya no estaban. (XXVIII) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
La llanura de los gigantes
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Por Carlos Balaguer | Sep 19, 2022 - 16:49