Letales “drones” –máquinas asesinas sin alma ni tripulantes- sobrevolaban las desoladas ciudades y campos de guerra de aquel lejano siglo XXI. Sobrevinieron las pestes nefastas de las armas biológicas, cubriendo de tinieblas la faz de la Tierra y dejando desiertas ciudades fantasmales. La civilización de entonces había perdido el “anayama” que es la salud espiritual. La biosfera (el Gaia o capa de vida sobre el planeta) es un solo ser y al Homo Sapiens se le consideraba el “sistema nervioso” de ésta. Como aquella poderosa civilización tecnológica ponía en peligro al Gaia, éste -según algunas teorías- la inducía a su autodestrucción. La caía del “gigante de los pies de barro” era casi inevitable. Fue entonces que los astrofísicos empezaron -mediante la navegación espacial- a buscar el planeta sustituto de la especie. Pero dentro de la “mecánica cuántica” tardarían quizá cientos de años en lograr aquella ambiciosa odisea. Sólo había una salida: sanar la naturaleza y establecer la paz global mediante la unión de las superpotencias. La economía de guerras expansionistas y de hidrocarburos tóxicos debía llegar a su fin. (LVII)
Vuelo de las máquinas sin alma
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Por Carlos Balaguer | Jun 06, 2022 - 19:06