Enfermo y triste, Van Gogh, el célebre pintor holandés miraba -desde la ventana de su cuarto en el hospital- los rubios trigales, bañados por la dorada y maravillosa luz del sol. Entonces pintó un paisaje lleno de luz y de inusitada felicidad: “El campo de trigo”. “¡Qué hermoso paisaje! –dijo la enfermera que le cuidaba- agregando: Pero, ese segador que aparece en el lienzo, no está en los trigales…” El triste y atormentado genio le aclaró: “El segador es la muerte”. La monja contestó: “Pero si ese paisaje anuncia la muerte… Es una muerte soleada, límpida y feliz”. Dicen que cada pintor muere un poco en cada uno de sus lienzos. Así el poeta muere en cada uno de sus versos para que éstos cobren vida, luz y tal vez una brizna de eternidad. Artista y hombre de la vida: Muere en la frase de amor para que adquiera vida. Como la madre preñada que muere en el quirófano para que su hijo viva… Ofrendando su propia vida para que pueda vivir el sueño de sus entrañas desde el fondo de su ser. Es pues, la vida el segador del trigal de Van Gogh. El lienzo inmemorial del mismo sol de trigo de la existencia, venciendo con su deslumbrante claridad al destino adverso. Tal vez a la misma muerte…
El segador del trigal de Van Gogh
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