Debe el Hombre sumergirse en los mares de su ser para llegar al reino interior, fondo, final y abismo de su escondida divinidad y verdad. Todo pasa: El día y la noche; la fiesta y el duelo; el gozo y el dolor. Como el viento, también el Hombre pasa y nada lleva consigo. Cual errante vendaval sólo hojas secas y cenizas de lo que fue glorioso. La misma desnudez de nacer es la misma de su adiós. Lo más valioso que en su viaje llevan los navegantes son mapas, astrolabios, banderas y la aventura de sus velas de altamar. Por ello, dichoso aquel que mira la belleza invisible, ama lo intangible y siente suya la gloria de poseer la riqueza inmaterial. El mismo que nunca tendrá sed si abreva de la fuente inagotable de su fe. Fe en sí mismo y la humanidad; en la Divinidad, la naturaleza y el luminoso porvenir de sus anhelos. Como dice el predicador: “Si el amor por Dios es una locura ¡Dichosa, pues, mi locura y alegría!” Seremos dichosos de poseer la infinita “locura” del amor y la esperanza. Quien dice al silencio su alegría encuentra la inaudible verdad; el esplendor de lo efímero y su eternidad. Quien halla en las sombras la luz de lo divino, llega a poseerla para alumbrar su largo y efímero sendero. Quien descubre su divinidad interior, jamás pronunciará blasfemia, hará daño a la creación o dejará de creer en el mañana. Porque irá dejando atrás el alumbrado rastro de su andar. <Libros de C. Balaguer – Amazon>
Sendero del reino interior
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Por Carlos Balaguer | Ene 16, 2023 - 16:46