Mandares era un joven diestro en el manejo del arco, entrenado para sobrevivir en las más difíciles circunstancias y lugares. Su destino estaba escrito: ir en busca de la última civilización solar. Para ello debía cruzar la trágica llanura de Uma a fin de llegar a la isla de los dorados Hombres del Sol. Aquellos a quienes entregaría la heredad del reino perdido de Rhuna. Mandares llevaba además con él, la profecía de la Esfinge. Largo habría de ser el trecho para llegar a la mítica isla de la civilización solar. La magia de los santos le protegería durante el camino y los enemigos le confundirían con un burro y las divinas cartografías sólo serían un manojo de heno en el vasto universo del tiempo perdido. Entretanto, Mandares —el emisario— se quedó a vivir con los monjes. Éstos le enseñaron las ciencias celestes, la numerología de las estrellas, así como leer el destino humano, escrito en el anchuroso Acasha. Los años pasaron en el monasterio como las mismas tormentas de la llanura. Finalmente Mandares tuvo que abandonar a los místicos e ir en busca de la raza solar, llevando consigo el arca y las profecías de la esfinge. (LXXXIX) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
En busca de la civilización solar
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Por Carlos Balaguer | Dic 20, 2022 - 15:29