“Todo es tan hermoso, amado mío, que siento imposible que algún día llegue a terminar nuestra felicidad -decía la dulce emperatriz de Rhuna a su amado. Mas, si el imperio cayera y todo pasara, tú y yo no estaríamos para entonces. ¿Por qué pensar en el futuro incierto que nos roba la sonrisa, si en nuestro reino no existe el mañana?” El dulce romance de Susmitananda “el de la sonrisa de la bienaventuranza” y de Lacsmi -su bella esposa- continuó durante un luminoso tiempo florecido de ilusiones. Tristemente, lunas después, las hordas guerreras de los suavos atacó el territorio, asesinando a los príncipes amantes. Los rhunos perdieron su dominio y los sobrevivientes fueron dispersos en las profundidades de las tierras altas. Perseguidos, huyeron a la espesura como las fieras salvajes. Aunque estaba escrito que muchos rhunas volverían -después del paso de los siglos- a buscar la montaña sagrada. Como lo hiciera alguna vez el lejano emperador que venció a las esfinges. Porque aquel último reino, como todo, también habría de pasar, aunque siguiera resplandeciendo bajo el sol de la imaginación divina. La vasta región montañosa volvió a quedar sola luego de volver a perderse las cartografías por las invisibles manos del hado del destino. Finalmente no fue la fiera fabulosa y mitológica quien acabara con el reino, sino la desnuda y feroz esfinge humana. (LXXXIII) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
La desnuda y feroz esfinge humana ataca el reino
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Por Carlos Balaguer | Dic 12, 2022 - 21:51