Los mapas trazados en piel de gacela, decían que el reino de Rhuna, era tierra de legendarias esfinges —las solitarias criaturas, diosas del enigma— con cuerpo de león y rostro de mujer, como lo es el mismo destino. Las mismas nefastas cantoras que asesinaban a los caminantes que no respondieran sus acertijos fatales. Las mismas que cubrían de tristeza la gloria humana. Durante mucho tiempo habían atemorizado a la región, asesinando a los hombres insensatos e ignorantes. Rhuna —el hombre del regreso— había vuelto al sueño de ese apartado reino a entregar los mapas de Rhuna a los de su olvidada tribu original y así devolver a los descendientes rhunos aquella rica y vasta región de las celestes cumbres. No obstante de haber devuelto el reino, “Giri Krs” -la “sombra del monte” que era en verdad- fue elegido emperador. Luego transcurrieron años de bonanza. Rhuna llegó a tener un poderoso ejército a su servicio y fue poseedor de innumerable riqueza por las ofrendas que le daba su raza montañés. Las temibles esfinges, sin embargo, seguían asolando las solitarias dunas. Las enigmáticas criaturas truncaban el destino de los hombres o les asesinaban. En el último de los casos les robaban la felicidad. Ello explicaría finalmente la interior tristeza en el alma del emperador. (LXXVII) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
La tristeza del emperador
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Por Carlos Balaguer | Dic 04, 2022 - 17:16