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La idolatría como recurso del poder

El límite para la idolatría es la realidad. Su fraude se descubre cuando es incapaz de resolver las necesidades reales de las personas. La realidad pesa demasiado. Los postulados se tambalean y las personas se vuelven más críticas. Ya es difícil mantener la misma narrativa; los mitos se derrumban y las personas están listas para un replanteamiento.

Por Mario Vega

Acab comenzó su reinado sobre el territorio norte de Israel en el año 874 a. C., un tiempo de muchos conflictos y guerras con el reino del sur y otros pueblos vecinos. De seguro fue eso lo que lo movió a fortalecer la frontera norte a través de un recurso muy usado en su época: casarse con la hija del rey vecino. Fue así como contrajo matrimonio con Jezabel, la hija de Etbaal, el rey de las ciudades fenicias de Tiro y Sidón (hoy el Líbano). De esa manera tenía las espaldas aseguradas para hacer frente a sus enemigos más recurrentes del sur. Jezabel era una mujer enérgica, pragmática y muy hábil para manejar los hilos del poder. Ella tomó muy en serio la idea de fusionar los territorios de su esposo y su padre en un nuevo reino unificado. Apostó a que la religión sería el cemento que le permitiría crear la nueva identidad cultural.

Para eso era necesario eliminar las otras expresiones religiosas y sustituirlas por el culto a Baal. En otras palabras, se trataba de borrar la historia para iniciar un nuevo orden. Baal era el dios cananeo de la fertilidad, y su nombre significaba «señor». De su aceptación dependía el proyecto de unificación y poder. Jezabel comenzó por hacer del culto a Baal la religión oficial, eso suponía la subvención del rey para el nuevo culto. Muchos sucumbieron a la seducción del lucro y a la cercanía al poder. Justificaban su idolatría como un simple cambio de nombre, del hebreo Yahvé al sidonio Baal. Los salarios, regalos y favores no se hicieron esperar y el nuevo culto corrió por el país.

Pero, no todos estaban en venta. Había profetas y otros siete mil que se negaron a renunciar a la fidelidad exclusiva al Señor. Jezabel decidió enfrentar a los profetas con energía y casi todos fueron asesinados por su orden. Baal ahora mostraba su verdadero rostro, no solo era el dios de la fertilidad sino también el dios que aplastaba, humillaba y asesinaba. Para entonces, la identidad religiosa de las personas se había debilitado y no estaban seguras de cuál era la verdadera expresión de Dios.

Estas acciones crueles y opresivas desencadenaron la indignación del profeta Elías, quien en un primer acto de justicia afirmó que no volvería a llover hasta que él lo dijera. Las palabras de Elías tenían sentido pues si Baal era en verdad el dios de la fertilidad ¿cómo quedaría frente a una sequía que acabaría con las cosechas? Al principio, a nadie le importaron las palabras del profeta. Pero, el siguiente año no hubo invierno, ni el siguiente, ni el siguiente. Más de tres años después, en plena sequía y hambruna, todo mundo buscaba a Elías, en especial el rey Acab.

El límite para la idolatría es la realidad. Su fraude se descubre cuando es incapaz de resolver las necesidades reales de las personas. Jezabel patrocinaba a cientos de sacerdotes de Baal que hacían malabares para disimular el fracaso del nuevo dios para fertilizar la tierra y que volvieran las cosechas. Desde su posición privilegiada, comiendo de la mesa del rey, continuaban engañando, pero la realidad pesaba ya demasiado. Los postulados se tambaleaban y las personas se volvían más críticas. Ya era difícil mantener la misma narrativa; los mitos se derrumbaban y las personas estaban listas para un replanteamiento de la espiritualidad.

Entonces apareció Elías con un reto radical: el dios que respondiera con fuego del cielo sería el verdadero Dios. Tanto Elías como los sacerdotes de Baal subieron al monte Carmelo, a la vista pública, para construir cada uno un altar a su deidad. Al final, fue el Dios de Elías el que respondió de manera inmediata. Aprovechando la conmoción del pueblo, Elías ordenó que se detuviera a los sacerdotes de Baal. Ellos no eran inocentes, habían sido cómplices de un sistema corrupto, mentiroso, idólatra y criminal. Su hora había llegado.

Posteriormente, el profeta oró para que lloviera de nuevo. Con eso quedaba claro quien era el verdadero Dios que hacía fecunda a la tierra. Ese fue el inicio de la restauración del culto al Señor. La intervención en el mundo real indicó el camino de la verdad.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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