El diseño de políticas públicas educativas no se debe hacer con base en “ocurrencias, olfato o copias de modelos exitosos descontextualizados”, errores muy frecuentes de los funcionarios que dirigen o acompañan la gestión educativa.
Si revisamos todos los planes educativos post Acuerdos de Paz (Plan Decenal, Desafíos para el nuevo milenio, Plan Nacional y educativo 2021, Plan Vamos a la Escuela, Plan El Salvador Educado y Plan Torogoz) vamos a encontrar la sorpresa que muchos desafíos y metas se repiten, son los mismos, es decir, no se han logrado cumplir o resolver. Desde infraestructura educativa, pasando por cobertura y calidad, hasta la famosa y trillada “dignificación docente”.
Llevamos años en transformación y reformas, y el sistema educativo público sigue siendo una fábrica de fracaso; los indicadores principales de país así lo demuestran: comercio informal, desempleo, encarcelados, homicidios, migración, limitadas patentes, etcétera. Obviamente hay excepciones, pero no confundamos la limitada escolaridad que tenemos con educación, se parecen pero no son lo mismo; la escuela sigue fallando…
El diseño de decisiones en materia de gestión pública siempre utiliza tres variables simples e importantes: tiempo, dinero y capacidad de ejecución; en este contexto, los números y estadísticas son vitales.
Una cosa son las visiones utópicas, las irresponsables promesas de campaña, las aspiraciones, los anhelos, las mentiras de los políticos o las exigencias de las gremiales, y otra muy distinta es la factibilidad y la realidad.
Cualquier decisión, en el sistema educativo salvadoreño debe considerar, más o menos: 5,179 escuelas, 1,276,010 estudiantes de los niveles básicos, 189,117 estudiantes del nivel superior, 46,277 docentes en servicio, 41 instituciones de educación superior, 8,842 docentes universitarios, entre muchos otros datos importantes (otras cifras que necesitaba para el análisis están en reserva).
Recientemente, un diputado manifestó en un evento público que construirían 200 centros escolares en esta gestión…; haciendo cuentas alegres y lineales, si construir una escuela se tarda unos 3 meses, la promesa implicaría unos 600 meses, que dividido entre 12 proyectaría un tiempo de 50 años…; quizá si todo el personal del Ministerio de Obras Públicas deja de hacer lo que está haciendo y se licitan unos 30 contratos podría mejorar la estimación.
Aumentar US$ 100 a los maestros son 60 millones de dólares; equipar a todos los centros educativos con un laboratorio básico de Ciencias de unos US$ 25,000 implica US$ 19 millones; darle una laptop a cada estudiante son US$ 380 millones. Pero al final esto no garantiza una educación de calidad, es simplemente la plataforma o base para luego pensar el sistema educativo. Hay otros temas más complejos que paralelamente deben resolverse y también son números: Cumplir el calendario escolar (pasar de 100 a 200 días efectivos de aprendizaje), capacitar, actualizar y dignificar a los docentes, etcétera.
No necesitamos ir a Finlandia, Noruega o Singapur para aprender cómo diseñar políticas públicas; tenemos excelentes modelos aquí, por ejemplo, Liceo Francés o Escuela Alemana (por citar dos de los mejores), en donde estudian la mayoría de hijos de nuestros políticos. Son centros bien equipados y con instalaciones apropiadas, cuentan con una dirección estratégica coherente, docentes dignificados y bien pagados y un largo etcétera.
¿Sabe Usted que en nuestro país los colegios bilingües tienen una mejor planta docente que las universidades?; aproximadamente, un 70% de los docentes de estos centros educativos poseen el grado de maestría (algunos hasta el 90%) con contratos permanentes, mientras que en el sector universitario llegamos al 31%, siendo la mayoría de docentes hora clase… Me dirán, pero las cuotas son muy altas, y les respondo pero la población es mucho menor ¿hacemos números?, mejor no…
Analizando las estadísticas y ecuaciones de Mincer, sobre todo la Tasa Interna de Retorno de nuestro sistema educativo (trabajo brillante del economista Mauricio González Orellana) descubrimos que hay serias fallas en la educación que replican y profundizan los círculos de pobreza y exclusión; no sólo hay dos modelos escolares, uno amplio para el fracaso y la frustración y otro exclusivo para el éxito y las oportunidades; sino que además, observando las tasas educativas (como hemos insistido), vemos que 6 de cada 10 estudiantes abandonan antes de llegar al nivel medio, es decir solo 4 terminan bachillerato, luego, sólo 2 ingresan a la universidad y sólo 1 se gradúa, ahí está claramente el resultado: Un 60% de la población condenada a vivir con menos del salario mínimo; un 20% que podrá lograr un nivel de vida de supervivencia; y un 10% que ingresará a un club privilegiado de oportunidades, efectivamente sólo 1 de cada 10…
Siempre he creído que la salud y la educación van a mejorar cuando alguna ley obligue a los altos funcionarios de gobierno a utilizar los servicios escolares y sanitarios del Estado. Si no me creen averigüen en dónde se tratan sus enfermedades y en qué colegios estudian sus hijos. Es un asunto de convicción y de ética. Nunca han creído en la calidad de los servicios que ellos gobiernan y ofrecen al “pueblo”…
PD: La PAES no era punitiva ni para aplazar alumnos, era para conocer y/o medir el estado de la calidad del sistema educativo, contar con trazabilidad y tomar decisiones…
Investigador Educativo/opicardo@asu.edu