Un país necesita mejorar las capacidades académicas de sus ciudadanos y disponer de ingenieros, masters y doctores para incrementar su productividad, competitividad y atraer inversión extranjera. Actualmente tenemos 7.2 grados de escolaridad promedio, un dato bajísimo; pero cuidado, hay que hacer las cosas bien…
Los estudios de postgrados -Maestrías y Doctorados-, en términos muy básicos y sencillos, son programas universitarios que buscan formar especialistas o expertos en un área del conocimiento a través de un enfoque metodológico centrado en capacidades científicas, teóricas o pragmáticas. La idea es formar un maestro -que tenga la capacidad de ser referente o enseñar- o un doctor -cuya experiencia científica le da una visión holística y profunda de su campo profesional: Philosophy Doctor-.
No podemos obviar en el análisis, que los programas de postgrado trabajan con personas adultas y el enfoque andragógico -según Eduard C. Linderman- implica una serie de principios basados en la participación, horizontalidad y flexibilidad: Los adultos se motivan a aprender cuando tiene necesidades; la orientación para aprender se centra en la vida; tienen necesidad de autodirigirse profundamente; las diferencias individuales se incrementan con la edad; autoconcepción del individuo; experiencia previa; prontitud en Aprender; orientación para el Aprendizaje; y motivación para Aprender
Pero, como suele suceder, a veces las ideas no funcionan como fueron diseñadas y planificadas; por un lado, muchos estudiantes de postgrado no desean ser especialistas sino obtener un título o diploma; como diría Martín-Baró es un modelo de “ascensor social”; por otro lado, suelen haber enfoques muy “comerciales” en las instituciones de educación superior: matricular y graduar.
En una reunión “técnica” con una persona que está muy involucrada en el mundo académico y que debo guardar discreción por su rol, conversamos sobre algunos problemas relevantes y preocupantes relacionados a los programas de posgrados en instituciones privadas y públicas, entre los que destacamos:
1.- Existe una gran cantidad de maestrías, algunas con mayor énfasis en la docencia universitaria, que presentan numerosas fallas: los programas en algunas ocasiones están tomados de índices de libros y manuales, pero de bajísima calidad. Además, al observar la bibliografía de dichos programas, en alguna ocasión su número no sobrepasa los cinco libros y ninguno de ellos puede ser tipificado como texto académico. (aclaración: una cosa es el programa oficial de estudios y otra muy distinta lo que sucede en el aula).
2.- En estos programas de maestrías no funcionan los filtros ni reprobaciones: sucede el “todos son aprobados”. En casi todos los casos no hay tasa de reprobados. Existe una especie de “promoción automática”. Esto tiene que ver con el descuido de la calidad, pero también con una cuestión económica: las maestrías tienen que ser autosostenibles financieramente.
3.- Hay pocas evaluaciones en cantidad y variedad: casi siempre se limitan a trabajos en grupo y a escritos sin adecuados controles de calidad. ¿Producción intelectual?: muy limitada y casi todo copy paste de Google o Chat GPT-3
4.- Las tesis y/o trabajos de grado se hacen en equipo. Sólo un miembro del mismo suele trabajar, pero anota a todo el grupo que no participa por “razones laborales o familiares”, aunque todos se benefician de la calificación. Las tesis o trabajos monográficos son poco exigentes llegando a ser vergonzosas en su contenido y forma. No hay controles de calidad ni una revisión de la redacción. El plagio es altamente frecuente y también el uso de la “Inteligencia Artificial”. Esto no es detectado por el tribunal que muchas veces no las lee o es incompetente para la crítica. Rara vez ha sido detectado un plagio, aunque se comente con frecuencia.
5.- En programas online hay escaso control de la asistencia y participación de los estudiantes, quienes pueden graduarse sin haber cursado de facto la maestría. Cámaras apagadas, lugares inapropiados desde dónde se recibe la clase, incluyendo gente conduciendo en su vehículo, limitada empatía pedagógica, evaluación superficial y un largo etcétera.
6.- En algunas instituciones de educación superior públicas y privadas hay profesionales que se dedican a escribir las tesis o monografías de los estudiantes, tanto de maestría como de doctorado a cambio de un pago. Son tesis por encargo. El colmo es que en algunas ocasiones el profesional que escribe la tesis no es de la especialidad del trabajo de grado que vende y en algunos casos ni siquiera tiene el grado académico de los solicitantes de sus servicios, sino uno inferior. Este mismo fenómeno se da en los cursos de especialización que sustituyen los trabajos de grado en el pregrado: los informes para graduarse se hacen por encargo o se fomenta el parasitismo.
7.- La situación antes descrita también se da en doctorados: no hay filtros, se hacen tesis por encargo y a solicitud de la parte interesada en graduarse, no hay controles de calidad de contenido ni de redacción. Los cursos suelen ser semipresenciales y el único requisito para graduarse es el registro virtual y presencial. Las exigencias son mínimas. Todo esto nos lleva a una situación miserable, deplorable y vergonzosa: hay doctores que no saben tan siquiera escribir una cuartilla con corrección gramatical, con coherencia y cohesión. ¿Hacia dónde va la educación universitaria?
8.- En términos generales, hay una obsesión por los títulos, fenómeno ya señalado en el libro de Ronald Philip Dore de los años 70 del siglo pasado: “La fiebre de los diplomas”. El interés en estos grados está motivado por razones de estatus y por posible ascenso económico y social.
La academia y la sociedad necesita docentes doctos, y los doctorados actuales no conceden esa calidad. Tendremos muchos doctores, pero pocos doctos; muchos profesores con maestría en docencia universitaria, pero ningún docente experimentado, sabio y probo.
¿Qué hacer? Es necesario mejorar los controles de calidad de los posgrados y doctorados. Es necesaria una mayor supervisión “sustantiva” de parte de las autoridades universitarias, de la Dirección Nacional de Educación Superior (DNES), pero también elevar el nivel de exigencia para las acreditaciones de la Comisión de Acreditación (CdA) y de otras agencias extranjeras. No es casualidad que ninguna institución superior salvadoreña se someta a la Agencia Centroamericana de Acreditación de Postgrado (ACAP)…
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu