Cada año se publican nuevos datos sobre el desarrollo de los países. Esta semana, a través del Centro de Progreso Social, se dieron a conocer en el país los resultados de la versión 2022 del Índice de Progreso Social (IPS), actualizada con 60 indicadores que presentan la medición más amplia y comprensiva del bienestar a lo largo de 169 países.
¿De qué nos sirve mirar otro conjunto de datos donde los países se comparan y se hacen rankings y tablas a lo largo de muchos indicadores? Lo cierto es que este ejercicio no pasaría de ser algo meramente ilustrativo, a menos que de la lectura de esta información, podamos dar un paso a la acción y mejorar el bienestar de las personas.
El espíritu que motiva la creación del IPS es precisamente poder hacer un llamado a actuar, proporcionando indicadores específicos sobre temas sociales y ambientales, que puedan ser usados para definir prioridades de la inversión social pública y privada en cada país. En El Salvador, la Fundación Poma y la ESEN unieron esfuerzos para crear el Centro de Progreso Social y difundir este mensaje, con la visión de que podamos diseñar medidas sociales sobre la base de datos sólidos.
El IPS evita incluir indicadores de producción o riqueza, porque quiere transmitir el mensaje de que las políticas deben enfocarse en el bienestar de las personas y no en el crecimiento económico como fin principal (aunque es necesario para contar con recursos para invertir).
La pandemia de COVID-19, aun presente, implicó un cambio profundo en todos los países del mundo. El IPS muestra que la pandemia agudizó un problema que ya venía manifestándose en toda América Latina, donde se observa un estancamiento y en varios casos un retroceso en los indicadores de bienestar en los países de la región. En la década pasada, países de otras regiones como Asia han avanzado mucho más rápido y han superado a los latinoamericanos en términos de progreso social. Como ejemplo, aunque El Salvador avanzó de 62.1 a 64.4 puntos en el IPS entre 2011 y 2022, retrocedió de la posición 84 a la 99 en el mismo período. Es decir, tuvo un avance mucho más lento que otros países que lo superaron, como Indonesia, Sri Lanka, o Bolivia en nuestro mismo continente.
Al igual que otros países de América Latina, entre 2020 y 2022 El Salvador ha visto retrocesos en indicadores de educación, así como en libertades y derechos individuales. Es importante entender las causas de estas tendencias y hacer causa común para enfrentar los retos identificados. Como ejemplo, en el ámbito educativo, la caída en la matrícula escolar refleja el efecto combinado de la pandemia, la virtualidad y los problemas económicos, junto con problemas heredados como la baja calidad de la educación y factores que apartan a los jóvenes de la escuela (violencia, migración, pobreza, etc.) Esto nos permite comenzar a discutir cuáles debieran ser las soluciones a problemas como este.
Si comprendemos lo que nos dicen los datos, ya no podemos ignorar cuáles son las necesidades más urgentes de nuestro país. Con este entendimiento, esperamos alcanzar un compromiso de todos con el bienestar de nuestros conciudadanos. Esta convicción se ve reflejada a nivel internacional en consensos como el alcanzado en el Foro de Davos 2020, donde el sector privado, academia y sociedad civil expresaron su compromiso con la inversión en la gente, como manera de sostener la democracia y la sociedad liberal.
Para lograr esta comprensión es necesario contar con datos de buena calidad, actualizados y accesibles. Aunque la generación de información implica un costo, su utilidad se justifica si los datos son usados para elegir el mejor uso de los fondos destinados a la inversión social, y para medir el impacto de los recursos utilizados.
Doctor, Coordinador del Centro de Progreso Social y catedrático de la Escuela Superior de Economía y Negocios.