Siempre hemos oído la frase: “Educación es la solución…”; en efecto, ciudadanos más educados configuran mejores sociedades, un nivel de cultura más elevado, mejores ingresos, más bienestar, una democracia más robusta y tolerante; más diálogo y menos violencia; respeto a la naturaleza; entre muchas cosas más.
También habremos oído o leído que “los primeros maestros son los padres y madres…”; que la educación comienza en casa, cuando se sientan las bases axiológicas a través de la imitación, el juego y el dibujo, moldeando o guiando una plasticidad cerebral coherente con ciertas pautas lúdicas.
Luego llegará el momento de enfrentarnos a los procesos formales educativos en la escuela y posteriormente en la universidad; hacer tareas o deberes, pasar exámenes, estudiar, memorizar, realizar ejercicios; odiar o amar las matemáticas; maestros memorables y otros para olvidar; horarios; crear redes de amigos; todo esto para prepararnos para la vida e intentar ser buenos ciudadanos, técnicos o profesionales.
Las inteligencias múltiples (Gardner) o los perfiles neuroevolutivos (Levin), desde la genética, las experiencias en la primera infancia y una guía en el hogar, irán determinando nuestro futuro; habrá fuerzas impulsoras y restrictivas (Lewin) y también necesidades (Maslow). Luego, nuestro entorno definirá un marco de oportunidades, desafíos o limitaciones. En efecto, pocos terminan trabajando en el campo para el cual estudiaron…
Para Jaques Delors la educación no se trata simplemente de procesos para adquirir conocimientos, sino, más bien, del dominio de los instrumentos mismos del saber; capacidades, competencias y conocimientos que deben suponer el placer de comprender, conocer y descubrir el sentido de la vida; y para ello nos propuso cuatro claves: Aprender a conocer, aprender a ser, aprender a convivir y aprender a hacer.
Por último, el informe McKinsey: “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos” (2007) nos propuso cuatro principios fundamentales para que un sistema educativo cumpla del mejor modo sus metas: 1) “La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes”; 2) “La única manera de mejorar los resultados es mejorando la instrucción”; 3) “El alto desempeño requiere el éxito de todos los niños”; 4) Para que todo lo anterior suceda, se necesitan buenos directores o dirigentes educativos.
Pero todo lo anterior es teoría… hay otras claves más realistas y pragmáticas. Existen una serie de problemas típicos en la antesala de lo educativo, que no suelen ser abordados en los grandes informes, en la bibliografía ni en los tratados de pedagogía.
De 0 a 6 años de edad se establecen las bases sobre las cuales se pretende educar; en esta etapa los niños (as) están en el hogar, con padres y madres inexpertos, repitiendo patrones de crianza de como ellos fueron educados. Sin darle mucha importancia a la imitación, al juego, al juguete, al gateo, al garabateo. Sin valorar las primeras reacciones emocionales; y buscando quién cuide al niño o niña. Parece un ser humano en potencia, un adulto pequeño que debemos entretener. Pero en esta etapa se están configurando las redes neuronales del futuro, a través del proceso de plasticidad cerebral, algo demasiado importante como para no prestarle la debida atención.
Luego llegamos a la escuela, y comienza la ansiedad para que los niños aprendan a leer y escribir cuanto antes, sin respetar los ritmos de la infancia; y comienza una larga etapa obsesiva por las “buenas notas”. Por su parte, el sistema educativo, sea escuela o colegio, nos ofrecen un programa curricular bastante rígido, lineal y con limitado significado para la vida, basado en cuatro ejes: Matemática, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Lenguaje. Los más afortunados reciben además educación física, artes e inglés.
¿Cómo está el nivel cultural de los docentes, como modelo o referente de los estudiantes? ¿Se actualizan? ¿Están bien pagados y dignificados? ¿Son valorados y respetados por la sociedad?. Son preguntas difíciles de responder y no olvidemos que pasan muchas horas con los estudiantes, demasiadas horas…
En el espectro de contenidos curriculares hay pocos elementos aplicables a la vida y otros de pura tradición; da la impresión que pretendemos formar pequeños ingenieros, arquitectos, abogados o médicos o todólogos; limitando o excluyendo un amplio abanico de otras oportunidades: ¿Artistas, deportistas, diseñadores, artesanos, técnicos, músicos, políticos decentes..?
Así llegamos al mundo universitario, un espacio en dónde chocan la fantasía con la realidad, ante el divorcio entre la academia y el mundo empresarial o industrial; por cierto un nivel educativo bastante rígido, sin flexibilidad, sin salidas colaterales, un embudo perfecto. En dónde importa más el título y la rapidez que los aprendizajes. Como anotara Ignacio Martín-Baró: La universidad es vista como el ascensor social.
Al respecto, Gail Kennedy, publicó en 1955 el siguiente texto: “Nada está más en contradicción con el propósito de una educación liberal que un plan de estudios compuesto por un gran número de cursos discretos y descoordinados, todos tratados como si fueran de igual importancia. Este tipo de programa de laissez-faire es una confesión de bancarrota intelectual”.
En un reciente ejercicio de consulta que realicé, con una amplia gama de profesionales, académicos, empresarios sobre “habilidades o capacidades fundamentales para un Core Curriculum universitario, llegamos a la conclusión que estos deberían ser los contenidos esenciales: i) Comunicación crítica; ii) Diseño e innovación; iii) Tecnologías y transformación digital; iv) Habilidades investigativas y trabajo en equipo; v) Ciudadanía, diversidad cultural y conciencia global; vi) Conciencia histórica; vii) Estudios matemáticos; viii) Bienestar humano y medioambiental; ix) Liderazgo ético y neurociencias aplicadas; y x) Un idioma alterno. ¿Esto está sucediendo…?
En opinión del profesor italiano Nuccio Ordine: La misión principal de la escuela y de las universidades debe ser “cambiar la vida de los estudiantes”; pero cambiarlas para que sean ciudadanos decentes y no simplemente una máquina de hacer dinero y comprar.
Nuestros sistemas educativos están fallando, y cada Rector, Director o Docente deberíamos voltear hacia atrás y ver lo que estamos produciendo; la mayoría de políticos corruptos, gánsteres, criminales, han pasado por nuestro sistema educativo y somos co-responsables.
La gente ve más videos, fotos, memes y lee menos…; estamos enarbolando una superficialidad de proporciones inimaginables; los políticos de turno dicen y escriben estupideces y éstas se reproducen o se viralizan con un dinamismo eufórico, y lo peor: la gente les cree.
Los limitados porcentajes de gente educada están perdiendo la batalla frente a una cultura populista del absurdo; otros, mejor guardan silencio y se normalizan; y no faltan quienes mejor pliegan y se suman a lo demencial o incongruente, por temor o conveniencia. La educación está fallando, el teléfono móvil nos tiene acorralados y asediados y, parece que ya es tarde…
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu