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El siglo del Pacífico y la globalización

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Por Manuel Hinds
Máster Economía Northwestern

Uno de los temas más discutidos en nuestro tiempo es la idea de que la globalización ya se acabó por culpa del COVID-19 y de los crecientes conflictos de Occidente con China y Rusia. Todos los días circulan videos sensacionalistas diciendo que la globalización ha terminado y la gente no realiza que incluso esos videos son producto de la globalización de las comunicaciones y la producción, cultural política y económica que cada vez crece más en nuestra época.


Ciertamente, el COVID-19 y los conflictos han afectado la forma en la que el mundo se sigue globalizando, pero no el ritmo de la globalización. Lo que ha cambiado no es el avance de la globalización sino la identidad de las naciones con las que seguirá extendiéndose. La inversión occidental en China, por ejemplo, está cayendo y puede esperarse que caiga más en los próximos años pero que aumente en Vietnam y otros países asiáticos y latinoamericanos, y particularmente en los países de la cuenca del Pacífico.

En realidad, una de las consecuencias de la globalización es la transferencia del centro de gravedad de la economía y la política mundial de Europa al Pacífico que está teniendo lugar en estos tiempos. Europa seguirá siendo inmensamente importante, pero el borde del Océano Pacífico se ha convertido en la región de mayor crecimiento económico. Muchos pensarán que esto es otro signo de la decadencia de Estados Unidos, pero estos estarían olvidando que California (que abarca parte del Pacífico de Estados Unidos) es la cuarta economía más grande del mundo (después de Estados Unidos mismo, China y Japón) y sigue siendo una de las economías con mayor crecimiento en el mundo.

El cambio del centro de gravedad se está notando en las alianzas en lo que se ha llamado hasta hace poco “el Occidente” —como nombre para las potencias democráticas y liberales— pero que ahora incluye a muchos países asiáticos que ya se han desarrollado o están en el proceso de hacerlo. Esto está atrayendo potencias que no son del área del Pacífico a formar alianzas económicas para participar en ese crecimiento. Por ejemplo, el 31 de marzo en Reino Unido entró a formar parte del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés), una asociación de libre comercio que agrupa a 11 países que bordean el Océano Pacífico (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) y ahora al Reino Unido también. La presencia del Reino Unido en esta alianza podría parecer extraña porque el país no tiene costa en el Pacífico. Pero sí tiene presencia histórica e influencia económica, política y militar, por sí misma y a través de Australia, Canadá, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, todos miembros de la Mancomunidad Británica de Naciones. El Rey Carlos III del Reino Unido es rey de tres de estas naciones (Australia, Canadá y Nueva Zelanda). No hay otro país sin frontera con el Océano Pacífico que tenga todos esos atributos, pero el CPTPP no está cerrado a otras potencias. Con el tiempo, el CPTPP promete convertirse en un jugador muy importante en los escenarios mundiales.


El CPTPP está basado en una idea vieja. Es una asociación de países que se asocian económica pero no políticamente. Por mucho tiempo se ha considerado que la Unión Europea— que busca unir una región en un solo país unido económica y políticamente— debe ser el ideal en los procesos de unificación. Puede serlo, pero darle forma a una unión de este tipo es muy complicado. Poner de acuerdo en términos de políticas económicas a varios países con diferentes culturas es una tarea compleja pero mucho más fácil que ponerlos de acuerdo en términos políticos.
El Brexit mostró el problema de condicionar la unión económica a la unión política. Gran Bretaña quería salirse de la unión política sin abandonar la económica. La Unión Europea hubiera querido mantener la unión económica, que convenía a todos, pero temía que si permitían que los países escogieran ser miembros solo de la unión económica muchos otros países podrían optar por quedarse solo con la participación económica. Francia, por ejemplo, rechazó en 2005 la participación de su país en la UE si ésta buscaba la unificación política bajo una nueva constitución europea. El gobierno de todos modos firmó el tratado pero temía que si la salida del Reino Unido se permitía Francia experimentaría serios problemas políticos al revivirse el tema.


La historia muestra al menos dos grandes éxitos de organizaciones centradas en el comercio: la liga de Atenas en la Antigua Grecia y la Liga Hanseática del siglo XIII al XV en el norte de Europa. Como la CPTPP establecieron reglas fijas que regulaban el comercio entre sus miembros, y cualquiera que adoptara estas reglas se podía volver socio de la liga, con acceso a un mercado mucho mayor que el de su país. El CPTPP facilitará la globalización de esta manera. Con las ganancias de la globalización ya internalizadas por la población mundial entera—las comunicaciones, las redes sociales, los productos hechos con componentes de todos lados, etc.—es fácil ver que la globalización seguirá. Los que no seguirán en la globalización son los que, como la Rusia de Putin, no tengan nada que ofrecer a las redes globales de suministros excepto petróleo y gas y que además quieren imponer sus regímenes autoritarios al resto del mundo.

Máster en Economía
Northwestern University

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Economía Mundial Opinión

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