Cada día es más difícil para un salvadoreño poder comer los tres tiempos al día, debido a los altos costos en la canasta básica tales como el frijol, huevos, arroz, lácteos, maíz, aceite, carnes, frutas y verduras, añadiendo a esto los incrementos de precio en productos de higiene personal.
El dinero sencillamente no alcanza para cubrir el alza de precios desmedido, y es donde surgen una serie de problemas como la migración en busca de un mejor ingreso económico que permita suplir todas las necesidades básicas de una familia. Con precios altos y difícil acceso a los alimentos las familias tienen dos opciones: o dedican una mayor parte de su presupuesto a la misma canasta básica, o dejan de consumir ciertos productos.
Hasta el momento se ha dejado como segundo plano la solución a esta problemática que implica retomar propuestas de Ley de Soberanía y Seguridad Alimentaría en favor de cuidar el bolsillo de los salvadoreños. Resulta necesaria la implementación de medidas de política fiscal complementarias para aliviar el efecto del alza de los precios en el poder adquisitivo de los hogares. Estas medidas deben ser focalizadas, acotadas y contar con un sustento técnico adecuado que evite caer en populismo.
El sentir de la población trabajadora es que hoy en día no hay nada barato, su impacto es cada día más preocupante, silencioso y refleja una profundización de la desnutrición y la pobreza.
Considerando su complejidad y teniendo en cuenta los riesgos que representa no sólo para los hogares y las personas más vulnerables, sino también para la sociedad salvadoreña en su totalidad, el fenómeno del alza de precios de los alimentos exige un posicionamiento primario del tema de la seguridad alimentaria y nutricional en el pais. No se trata únicamente de aumentar la producción de granos básicos y favorecer el abastecimiento de los mercados a nivel macro, sino también de abordar el tema desde el punto de vista de la vulnerabilidad estructural que amenaza de forma permanente a gran parte de la población, por su condición de pobreza y por carecer de un entorno productivo que le permita un desarrollo más sustentable y el mejoramiento de sus ingresos.
La protección a las familias y el fomento de sus capacidades para mejorar su poder adquisitivo siguen siendo elementos claves para superar esta problemática. En el corto plazo, las principales medidas a implementarse deben enfocarse en la ampliación de cobertura de los programas de protección social y ayuda nutricional y alimentaria existentes, poniendo especial énfasis en los grupos de población más vulnerables: menores de 5 años, embarazadas, madres en período de lactancia y adultos mayores.
Otra medida debe ser el fomento de la producción de granos básicos por medio de programas de paquetes agrícolas (semillas y agroquímicos) que pueda llegar a la mayoría de la población, como una respuesta de corto plazo para mantener la disponibilidad de inmediata de alimentos en El Salvador; y fortalecer las capacidades productivas en el campo.
Otra medida es impulsar y fortalecer los programas de compras de alimentos dirigidos a los pequeños productores, para facilitar el desarrollo de nuevas capacidades y competencias a nivel local y nacional. En otras palabras, apoyar al pequeño productor y comercio local.
Una media que es vital implementar en esta coyuntura es la reducción temporal de aranceles a la importación.
De seguir por el mismo camino de aumento de precios, se llegará un punto insostenible que conlleva a un claro retroceso en la economía del país. No olvidemos que el no poder adquirir la canasta básica está también estrechamente ligado a la falta de empleo y oportunidades de desarrollo en el país.
Es importante preguntarnos ¿Estamos mejor que hace unos años? ¿Cuáles son las oportunidades de crecimiento que ofrece el país? ¿Se han tomado las medidas necesarias para aliviar el bolsillo de los salvadoreños?
Necesitamos urgentemente tener un balance apropiado de seguridad alimentaria, no podemos vivir sin alimentos.
Ingeniera en alimentos.