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Un autócrata absolutista

Hoy, el líder de esta autocracia que cada vez da pasos más rotundos en contra de la democracia es la piedra angular que une a todas las abejas alrededor de la colmena, pero esa piedra no es eterna. Tarde o temprano, siempre se derrumba

Por Andy Failer | Jul 13, 2022 - 15:44

Esta semana ha sonado de nuevo el golpe constitucional que significa una posible reelección presidencial para El Salvador. Muchos funcionarios del oficialismo se han dedicado a evangelizar sobre el Bukelismo —literalmente— para ganar adeptos e ir cuajando este atentado a la Constitución de la República. Dicho sea de paso, si esto llegase a ocurrir, ante la comunidad internacional y la prensa, esta sería la última pieza antidemocrática que instalaría, a todas luces, una dictadura salvadoreña. Esta dictadura es la de un autócrata absolutista, y estas normalmente se sostienen sobre dos pilares: corrupción y represión.


El Salvador es ya la tierra del absolutismo de un autócrata millenial. Este estilo de gobierno fragmenta las bases de una sana gobernanza, debido a las perversas y turbias prácticas con las que buscan constantemente lograr equilibrio de fuerzas internas. El autócrata debe recompensar a todos los que le permiten regocijarse en las mieles del autoritarismo, esas recompensas compran lealtad. Pero es posible, que el líder máximo de esta autocracia se sienta constantemente amenazado por potenciales rivales, individuos internos que pueden pretender ser el sucesor. A esos rivales siempre les marginan, les quitan autonomía y poco a poco los minimizan. Esto último, probablemente ya sucedió al interior del partido de la N; aquellos que sacaron la cabeza porque creyeron ser el próximo presidenciable ya han pagado las consecuencias.


Según algunas investigaciones de la Universidad de Penn State, después de la Guerra Fría aquellas dictaduras que se sostuvieron sobre la figura de un máximo líder tendieron a desmoronarse catastróficamente cuando la figura única desaparecía. Aquellos ministros, diputados, magistrados y fiscales que normalmente son utilizados para cumplir con los caprichos del autócrata son los primeros que quedan a merced de la justicia. Esto es sencillo: si una autocracia absoluta se erigió sobre corrupción y represión, hay crímenes que deben procesarse y, probablemente la lista cyan, ya es extensa. Quienes hoy suben a la tarima para gritar con fuerza “Bukelismo”, mañana serán prófugos. En fin, estas autocracias cumplen a la perfección con la Ley de la Gravedad.

Hoy, el líder de esta autocracia que cada vez da pasos más rotundos en contra de la democracia es la piedra angular que une a todas las abejas alrededor de la colmena, pero esa piedra no es eterna. Tarde o temprano, siempre se derrumba. El oficialismo ha comprado la lealtad de gente inexperta, muchos son jóvenes que le deben todo lo que son al Presidente, ese tipo de fanatismo es más agudo, porque ciega con mayor eficacia las consecuencias que pagarán esos que hoy creen que el fuero y el cargo son para siempre. Esos mismos gritan reelección y a esos mismos hay que recordarles: entre más larga la dictadura, más larga será la caída. Solo promover la reelección presidencial es un acto inconstitucional, hoy no les pasará nada porque tienen todo el poder de su lado, pero esos actos, esas palabras y acciones, han quedado documentadas. Aténgase a las consecuencias.


Este país, bajo su nueva realidad política, será testigo de múltiples caídas y fracasos exclusivos de la autocracia. La crisis fiscal y la latente crisis social que desatará el Régimen de Excepción, provocarán tropiezos contundentes para quien hoy gobierna. Esta figura única y absoluta no se forjó solo con marketing y frases pomposas; el autócrata también pactó con criminales, ya tiene sangre en las manos y una larga lista de derechos humanos violentados, y todo esto representa un costo que un futuro le pasará una factura que no podrá pagar, tanto a él como a sus lacayos.


La caída del autócrata llegará, sus allegados serviles probablemente pagarán aún más las consecuencias que él mismo. Pero para los demócratas no todo será motivo de celebración. Después de esos momentos de transición de poder siempre viene otra crisis, pero si se administra bien, el horizonte de la democratización puede solidificar en muy buena manera a este país. Ese será el reto, llegue tarde o temprano. Hay que prepararnos.


Comunicólogo y político

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