En esta fecha no podemos olvidar a las niñas, adolescentes y mujeres que en el transcurso de un año pasaron a engrosar la lista de desaparecidas. ¿Cómo puedo celebrar si está sucediendo una de las tragedias que más han golpeado a las familias salvadoreñas?
Caracteriza a nuestra sociedad ese olvido: en cuestión de días todo queda en el pasado, pero ¿cuál será el futuro de los hijos de esta mujer desaparecida?
Son cientos de personas desaparecidas y muchas son mujeres y lamentablemente ver una foto de una joven desaparecida en redes sociales poco nos estruja el corazón; es más, existe la categoría por parte de las autoridades de “desaparecidas voluntarias”, triste y vergonzoso apelativo para llamar a nuestras hijas, hermanas, madres, vecinas, amigas. No hay nada que celebrar.
Al contrario, debe ser esa fecha un momento de profunda reflexión y contrición para que, podamos guardarle el respeto a la mujer salvadoreña. ¿Qué decir de las que migran por docenas cada semana hacia el Norte? No son masoquistas que amen el riesgo ni las arenas calientes. Lo hacen para brindarle un futuro diferente a sus hijos y desaparecen del país y re aparecen enviando remesas, ahí si importan pues es la remesa el motor de nuestra economía, y se convierte en “Hermana Lejana” y ¿Mientras estuvo acá? No era nadie.
Pero hay tantas formas de “desaparecer” a la mujer que siempre está minimizada en la parte social, política y económica de un país. ¿Quién dice algo por aquellas mujeres que son despedidas y no reciben las prestaciones que la ley manda? En un país que vive en el Primer Mundo, según las noticias que genera el gobierno, no podemos negar que aún somos un país que margina al pobre, al campesino y la mujer no es la excepción: ella, aparte de madre, esposa, trabajadora, parece invisible, nadie repara en que el pilar de nuestra sociedad es la mujer y poco importa tanto a nosotros como a las autoridades de turno.
Tenemos una sociedad violenta y el programa de salud mental masivo que necesitamos nunca aparece, la depresión, la ansiedad, la tristeza, la melancolía, el alcoholismo, uso de medicamentos y uso de drogas están a la orden del día.
Cuando con el ejemplo de una vida trazada en el trabajo honrado en caminar sobre la verdad y la honradez podemos salir de esta anarquía ordenada, pero lo anterior no es fácil lograrlo pues el trabajo escasea, la verdad no es un valor y la honradez, menos. La cultura de los antivalores es la que rige la vida del salvadoreño y que reine la venganza como en los tiempos de la “Cosa nostra” y ante tantas injusticias que vive a diario cualquier salvadoreña nadie pronuncie ni alce la voz habla por el valor de la mujer.
No me meteré en culpabilidades o inocencias sino que mientras el país permite u obliga a que su mejor gente emigre en busca no del sueño americano sino de no seguir viviendo esta pesadilla donde el talento de la mujer no importa y basta que se conforme con haber logrado escaparse de ese ciclo mortal que es la vida en este país.
Qué decir de la mujer en el área rural, ya la niña debe llevar el maíz al molino y poco importan los estudios;las agresiones sexuales son el pan de cada día, pero todos callan, mujeres que reciben una paga menor al hombre aunque se realice el mismo trabajo y llama mi atención que en la zona costera de en las zonas turísticas, la mayoría que atienden sencillos negocios son mujeres, los hombres, ante la escasez de un trabajo también emigran y entonces tenemos una sociedad donde la mujer es la jefe del hogar pero no de la dignidad de un país.
Todos los días deben ser un homenaje para cada mujer salvadoreña y no fechas que no cambian el pensamiento de los salvadoreños para bien. Sin temor a equivocarme en la lucha de la igualdad de genero hemos retrocedido y este 8 de marzo, más que celebrar el Día Internacional de la Mujer , es mejor reflexionar en qué seguimos fallando.
Médico.