“El Miércoles de Ceniza proviene de la tradición judía, donde la ceniza era un símbolo que representaba la fugacidad de la vida y el arrepentimiento de los pecados. Durante esa fecha los judíos se cubrían el cuerpo con ceniza como una forma de demostrar que intentaban acercarse a Dios”.
Da la impresión de que lo vivido por el mundo cristiano es lo contrario, donde todo el mundo asiste a misa ese día y llegó el arrepentimiento de los pecados y con ir a la iglesia ese día todo se resuelve.
El mundo se desangra y en nuestra sencillez creemos que poner una foto en las redes sociales pidiendo por la paz es suficiente; tristemente somos una sociedad que vive de ritos externos. Creer que andar con una cruz que atraviesa nuestra frente es símbolo de pureza no hay nada más alejado de la realidad, mientras la cruz que cargamos apenas la soportamos, preferimos contar los días y preparar la semana de vacaciones y ya no la Semana Santa mientras las iglesias poco a poco se van quedando vacías. Todo vuelve a la normalidad una vez terminada la “Semana Santa”; predominan los ritos externos y oraciones que no tienen sentido ni peso en relación con nuestro comportamiento.
Quizá las redes sociales nos han convertido en autómatas que, sin siquiera estar enterados de la verdad, creemos que haciendo “cadenas” de oraciones el mundo cambiará. Debemos cambiar y trabajar por nuestra fe y por mejorar la solidaridad y de entender que, cada día la vida es mas fugaz, más efímera de una terrible pandemia que aun esta presente a una tercera guerra mundial.
¿No hay arrepentimiento? Todo queda reducido a un Miércoles de Ceniza. Necesitamos una real conversión y que sea nuestro prójimo esa cruz. Deberían ser esas cenizas nuestro renacer en ver en nuestro vecino, empleado, el vigilante de nuestra residencial, el peatón y más las verdaderas cruces que nos muevan a buscar el amor hacia Dios y vivir la fe en toda su intensidad.
El mundo pasa por momentos difíciles. Estamos aún bajo el ataque de una pandemia, surge una guerra que solo traerá dolor y miseria a un mundo de por sí miserable y esa indiferencia que cubre a la mayoría no a todos los salvadoreños, es la misma que cobija a la humanidad no somos excepción ; seguimos repitiendo esos estribillos “ientras no sea conmigo, que me importa” y así, católicos, evangélicos, budistas, ateos y más, preferimos rechazar una pizca del dolor ajeno y nos quedamos esperando ese Miércoles de Ceniza para que, quizá creer que nuestros pecados serán perdonados.
Que sirvamos al prójimo, pues servir a un conocido, aparte de normal. ¡Es la regla! sin embargo, la fugacidad de la vida no la reconocemos y preferimos vivir cual si la vida fuese eterna, no hay reflexión ni por un momento, todo es que nada me afecte.
Debemos reflexionar qué queremos, no es necesario asistir a esa celebración religiosa si cargamos nuestra cruz con amor al prójimo. Si somos pecadores irredentos que en la iglesia somos una cosa y en nuestra casa, lugar de trabajo lo que menos hacemos es tener a Dios en nuestro corazón, en nuestras acciones, en nuestro diario vivir.
Gran oportunidad la que tenemos los católicos, aprovechar estas celebraciones para que no sean las cenizas las que signifiquen nuestra escasa fe y menos, bellísimas alfombras, que cual concurso de barrios se disputan cuál es la mejor cuando debe ser nuestro “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Algo que siempre menciono en la menor oportunidad, algo que enseñó el santo de lo ordinario, San José María Escrivá: “Santificarnos en el trabajo”. Es un momento en la historia de la humanidad que estamos viviendo que hay que orar y buscar la fe para ser mejores seres humanos y que mejor momento que el tiempo de cuaresma.
Médico.