La Congregación Salesiana ha recibido con gran alegría la noticia de que el Papa Francisco canonizará al coadjutor salesiano Artemides Zatti. La ceremonia se realizará el 9 de octubre en Roma. Ha sido un ejemplo de vida para creyentes y no creyentes, y en forma especial, para aquellos que se entregan al cuidado de los enfermos.
Artémides nació en Reggio Emilia, Italia, en 1880 de familia campesina pobre y laboriosa, de fe sencilla, sincera y robusta. Desde pequeño trabajaba como peón para ayudar a las necesidades de su familia. Motivado por la pobreza en que vivían, emigra a Argentina, donde recibe apoyo espiritual y material de los salesianos. Decide ingresar al seminario salesiano de Bernal a los 20 años. Por su admirable espíritu de servicio se le confía el cuidado de un sacerdote enfermo de tuberculosis, enfermedad que no tardó en contraer. Fue trasladado a un hospital misionero en Viedma. Un sacerdote le sugirió que invocara con fe a María Auxiliadora diciéndole: “Si Ella te cura, te dedicarás toda la vida a estos enfermos”. La Virgen lo escuchó, se curó misteriosamente. Al verse sanado exclamó: “Creí, prometí, sané”. Dios tenía un plan para él.
Profesó como hermano salesiano y se dedicó a cumplir fielmente su promesa. Al morir el sacerdote encargado del hospital, asumió su cargo como vicedirector, administrador y diestro enfermero. Se ganó el aprecio de todos. Le llamaban el “enfermero de los últimos y enfermero santo”. Atendía con un desapego absoluto de toda satisfacción personal. Su trabajo comenzaba temprano: se levantaba a las 4:30 de la mañana, rezaba sus oraciones y participaba a la misa. De mañana visitaba todos los pabellones del hospital, y después, montando en bicicleta, se iba a asistir a los enfermos esparcidos por la ciudad. Veía en cada enfermo la imagen de Dios.
Fiel al espíritu salesiano y al lema dejado como herencia por Don Bosco “trabajo y templanza”, desarrolló una actividad prodigiosa con amor, prontitud de ánimo y heroico espíritu de sacrificio. Todo lo hacía con alegría poniendo en práctica lo que decía San Francisco de Sales: “Un santo triste es un triste santo”. Tenía muy presente lo que Don Bosco repetía cada día a sus salesianos y jóvenes del Oratorio de Valdocco: “La santidad consiste en hacer bien lo de todos los días, no necesariamente requiere grandes actos ni una vida alejada de los demás, sino más bien todo lo contrario: vivir con intensidad, alegría y al servicio de los demás”.
El actual Rector de los Salesianos, Don Ángel Fernández Artime, dice que Zatti ha imitado en su vida la ”Parábola del buen samaritano: El samaritano es Cristo, el Dios cercano en su Hijo amado que no conoce la indiferencia y el desprecio, sino que se ofrece a sí mismo, de antemano, para curar hasta al último de sus hijos e hijas, por medio de la proximidad del amor”.
En la congregación salesiana se cuenta con numerosos santos y beatos que, con su vida y testimonio, son signos vivientes de la presencia de Dios. Las múltiples y variadas formas de santidad que han florecido son fruto del carisma salesiano lo cual ha hecho que salesianos, Hijas de María Auxiliadora, jóvenes y laicos comprometidos hayan alcanzado la santidad con este espíritu y carisma. Pronto la gran familia Salesiana podrá invocar con alegría al santo enfermero de los más pobres “San Artemides Zatti”.
Sacerdote salesiano.