Es uno de los valores humanos fundamentales y necesarios para establecer relaciones sanas con otras personas; el respeto se manifiesta en la valoración, consideración, atención y servicio que brindamos a las personas con las que nos relacionamos.
El Papa Francisco nos invita a establecer relaciones no solo con valores humanos sino criterios que nos da la fe:
“Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente necesitamos reconocer también que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad, o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen y refleja algo de Su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio Su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Mas allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium #274).
Este tipo de relación se debe enseñar y comenzar a practicar en la familia.
“La familia es el ámbito de la socialización primaria, porque es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar a respetar, a ayudar, a convivir…
En el contexto familiar se enseña a recuperar la vecindad, el cuidado, la salud. Allí se rompe el primer cerco del mortal egoísmo para reconocer que vivimos junto a otros, con otros que son dignos de nuestra atención, de nuestra amabilidad, de nuestro afecto…” (Papa Francisco, Amoris Laetitia #276).
La palabra de Dios nos enseña que debemos respetar especialmente a las personas mayores.
“Ponte de pie ante las canas y honra el rostro del anciano” (Levítico 19,32).
“No te burles del anciano, pues nosotros también envejecemos… No desprecies las historias de los ancianos, que ellos también aprendieron de sus padres; de ellos aprenderás a ser prudente y a responder en el momento justo” (Eclesiástico 8, 6.9).
El respeto a los mayores debe comenzar en nuestra familia, respetando a nuestros abuelos y nuestros padres.
“Hijo, cuida a tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, se indulgente con él, no le desprecies, tu que estas en la plenitud de tus fuerzas… Quien abandona a su padre, es un blasfemo, maldito del Señor quien irrita a su madre” (Eclesiástico 3, 12-13.16).
“Escucha a tu padre, que él te engendro, no desprecies a tu madre por ser vieja” (Proverbios 23,22).
Honra a tu padre con todo tu corazón y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que gracias a ellos has nacido, ¿Cómo les pagarás lo que han hecho por ti” (Eclesiástico 7, 27-28).
“Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda, es una familia con porvenir, una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se les descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte, ya que se arranca de sus propias raíces” (Papa Francisco, Amoris Laetitia #193).
“Debemos el sentido colectivo de la gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que haga sentir al anciano parte viva de su comunidad. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra diaria batalla por una vida digna” (Papa Francisco, Amoris Laetitia #191)
No es posible que a los hombres y mujeres que lucharon por dar una vida digna a sus hijos se les niegue la oportunidad de vivir dignamente en los años de la vejez.
Más allá de la familia, el respeto debe ser la actitud que nos permita acercarnos para establecer relaciones sanas de convivencia y cooperación en la construcción de una sociedad en la que caminemos juntos a pesar de nuestras diferencias, buscando cada vez más lo que nos une y no ahondar las brechas que nos separan.
RESPETAR ES UNA MANERA CONCRETA DE AMAR.
Predicador católico.
KEYWORDS
Opinión