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Nuevo arreglo entre las ranflas nacionales y el gobierno Bukele

NO HAY GUERRA CONTRA LAS PANDILLAS: ES UNA CACERÍA PUBLICITARIA. DETRÁS ESTÁ UN NUEVO ARREGLO ENTRE LAS RANFLAS NACIONALES Y EL GOBIERNO DE BUKELE.

Por Carlos E. Vela | Jun 06, 2022 - 19:21

La detención masiva de supuestos pandilleros se da dentro un ambiente de no confrontación entre el estado y las pandillas. Las bases pandilleriles no ofrecen resistencia, se dejan arrestar. Además, Bukele no ha identificado públicamente o arrestado las ranflas (jefaturas pandilleriles) nacionales que no operan desde las cárceles; tampoco ha detenido las ranflas regionales, ni siquiera las locales. Tampoco ha ofrecido recompensas sustantivas por denuncias que lleven a sus arrestos, como es usual en la lucha contra el hampa.  Ni ha deportado a los capos solicitados por delitos en los EEUU.  El presidente Bukele manifestó “se los damos dos por uno”, pero no ha entregado ninguno.  La no extradición de pandilleros se plantea como un acto de “soberanía” y “honor” nacional  cuando en realidad es parte del pacto de gobernanza con las ranflas pandilleriles que denunciamos anteriormente por este medio.

En su discurso de tres años de gobierno ante la Asamblea Nacional, el presidente Bukele declaró que la “guerra” contra las pandillas está casi ganada. ¿Es esto cierto? Primero definamos qué es una guerra.

En términos políticos la guerra se define como una confrontación política por medios violentos, en las cuales cada cual pretende imponer o lograr su voluntad sobre el otro por medio de la violencia. La disposición política puede ser desde una rendición con garantías hasta una política de dominación total o conquista de territorios y poblaciones.

En términos militares, la guerra es una confrontación armada violenta entre dos fuerzas políticas beligerantes. Estas fuerzas políticas pueden ser entre estados, gobiernos, contendientes políticos, insurgentes y/o grupos terroristas paramilitarizados.  La guerra se caracteriza por una acentuada violencia, destrucción, alto número de heridos y mortalidad utilizando fuerzas militares regulares o irregulares. Nada de esto existe.

Al señalar la detención masiva como “guerra” el presidente Bukele le está confiriendo a las pandillas la calidad de fuerza política beligerante; o, ¿será que ignora lo que es la guerra? O ¿utiliza el término en forma propagandística?  O es simplemente su tendencia a utilizar terminología vocabulario pandillero.

No es guerra, pues no existe una confrontación armada violenta. Los casos en los cuales se han reportado enfrentamientos son muy raros y el número de muertos ha sido mínimo, casi inexistente.  Si no es una guerra, ¿qué es entonces?  Es una disputa por el liderazgo supremo y el concomitante botín de las “rentas” a ciudadanos, de las extorsiones a negocios, del tráfico de drogas y otros botines del crimen organizado como los robos de furgones. El régimen de Bukele se posiciona más bien como una de las partes en contienda.

Es también una quimera publicitaria para esconder los problemas de desempleo e inflación asociados con su mala gestión presidencial, y las “rentas” sin tregua que enfrenta la mayoría ciudadana en los barrios populares.

En la lucha contra el crimen organizado lo fundamental es la detención de capos de mando, como fue la persecución de Al Capone, Frank Nitty, Frankie Yale, Giovanni Torrio y Big Jim Colosimo, entre otros en EEUU.  En El Salvador ha sido lo contrario: hay casos en que el gobierno propio ha transportado y escoltado a ranfleros fuera del país, como fue el caso del “Crook de Hollywood”, quien fue extraído de la cárcel y trasladado en vehículo oficial por un miembro del gabinete Bukele a Guatemala. En una lucha real por eliminar el crimen organizado primero se persiguen, aíslan y arrestan a las ranflas jerárquicas; se arrestan y/o se utilizan como carnada los palabreros (capos de articulación operativa); se desvinculan los asesores y testaferros, etc.; simultáneamente se detienen aquellos que han participado en crímenes graves. Como segundo paso se detienen aquellos de conocida vinculación pandilleril estratégica o táctica y actores de crímenes; tercero, se establecen mecanismos de rendición y amnistía para la desmovilización de  la base pandilleril, so pena a ser arrestados con castigos severos. Todo esto se hace  con base en un plan estratégico y planes operacionales, tácticos y de ejecución puntual.

La doctrina de lucha contra el crimen organizado funciona bajo el principio de que caen las cabezas y cae el cuerpo de hampones.  Es decir, caen las ranflas y cae la mara (base pandilleril). En esta “guerra” no hay confrontación armada y no caen capos de dirección o articulación.  Lo que hay es una aparente cacería-de-oportunidad mediática de mareros y ciudadanos cuyo simple delito es ser salvadoreño no privilegiado.  Si en realidad existe una detención masiva de mareros, que el presidente Bukele muestre los 35,000 detenidos, dónde los han metido, si  no cabrían en las cárceles o bartolinas disponibles. Que no extrañe que las bartolinas solo son un centro de detención temporal del cual las maras entran, con una gran alaraca mediática, por la puerta de enfrente y salen, como el ladrón a media noche, por la puerta de atrás.  Más tardan en entrar que en salir.  Mientras los ciudadanos inocentes los mantienen y aplican el rigor de la ley de excepción.

La ley de excepción es también una forma de influir miedo en la ciudadanía, amenazar al movimiento cívico de oposición y prensa libre.

Cuando el presidente Bukele manifiesta que estamos por ganar la “guerra” contra las pandillas,  no lo utiliza como un término político; lo que significa es que viene un nuevo pacto con las pandillas y mostrar que es él quien manda.

Durante las “guerras entre “familias” de la mafia,  algunos jefes de “familia” trataron de establecerse como el “jefe supremo” de todas las “familias”. De allí viene el término “guerra” no político.

Pero ¿y las encuestas?  El Salvador, como el resto de Latinoamérica, es un país presidencialista, el pueblo está con el presidente hasta que no está, como fue el caso de Saca y Funes, o se pone de moda no estar, como fue el caso de Sánchez Cerén.  Que no nos extrañe que Bukele termine igual que Saca y Funes, en la cárcel o de prófugo.  Por otro lado, ¿solo los muy valientes van a responder negativamente a una encuesta que se realiza dentro del Estado de Excepción? 

¡Qué pena el presidente Bukele, pudo ser un estadista, pero no pudo!  ¡Qué desgracia para el pueblo salvadoreño, un engaño más!

 Ingeniero-Científico
Desde Washington

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