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Instrumentos desechables

Los que se saben “instrumentos desechables” —porque saben quiénes son—  cada día que pasa están más conscientes de su temporalidad en la cercanía al poder y de su vulnerabilidad ante el mismo sistema todopoderoso que ellos mismo tan entusiastamente han colaborado en construir.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

En política siempre ha habido instrumentos útiles para la obtención o para la consolidación del poder. La expresión original es peyorativa, se le llamaba “tonto útil” para describir a alguien que es manipulado por un movimiento político, generalmente de tendencia no democrática, para que, mediante su colaboración, pueda, primero conquistar, y luego, mantenerse en el poder.

El término es originalmente atribuido Lenin, patriarca de la Unión Soviética, para describir a aquellos intelectuales escritores y reporteros que viajaban a la URSS y que regresaban a sus respectivos países de origen hablando de forma entusiasta acerca de los “logros soviéticos en educación y salud”, los “avances técnicos en agricultura e industria” y “la construcción de una nueva sociedad”.

El término se refería a la ingenuidad o credulidad que mostraban esos visitantes cuando el gobierno soviético —a través de visitas guiadas— les hacía ver diversos hospitales, granjas, escuelas y fábricas, cuyas instalaciones habían sido especialmente preparadas o maquilladas con fines propagandísticos. Uno de los personajes instrumentalizados que ejemplificó esa actitud fue el periodista estadounidense Lincoln Steffens, quien al regresar de la URSS escribió que “he visto el futuro, y funciona”.

En Latinoamérica y en El Salvador, movimientos de corte autoritario de diferentes estilos y discursos han mantenido un esfuerzo unificado, persistente y paciente, con una visión clara de lo que quieren: obtener el poder absoluto y mantenerse aferrados a él. Ambición de poder puro y duro, que tritura lo que queda de nuestras incipientes democracias que fueron paridas a sangre y fuego por los diversos conflictos armados.

Sorpresivamente para todos nosotros, las vías democráticas le han servido mejor a esos movimientos que las insurrecciones armadas, ya que con niveles relativamente bajos de votación (Nicaragua, Venezuela y El Salvador) lograron consolidar un poder político absoluto que han utilizado para debilitar las instituciones en que se basa la estructura de división de poderes propia de la República e imponer a toda la colectividad su particular visión política, la cual, llegando al punto del control total, la sociedad ya no posee ni la voluntad ni el músculo para revertir.

En ese escenario entran los “instrumentos desechables”: todos aquellos empresarios, periodistas, académicos, profesionales, funcionarios y empleados de todo nivel del aparato estatal, que inocentemente, por interés económico… o por simple miedo, ponen sus facultades intelectuales, dinero, contactos y voto, a favor de estas fuerzas antisistema, facilitándoles la toma del poder absoluto del país, sin saber —o sin querer saber— que, al hacerlo, perderán esa misma libertad que tan dócilmente han puesto al servicio de tales fuerzas.

Lo que los instrumentos desechables ignoran —o quieren ignorar— es que ese poder absoluto con que colaboran es destructivo y voraz y que, si hoy es tu amigo, mañana puede ser tu verdugo, tu carcelero o tu juez. Cuando el proyecto político se reduce a mantener el poder por el poder, no existen amigos ni aliados, solo instrumentos, los cuales, cuando ya no son útiles, se desechan. ¿Ejemplos? Sobran y no los menciono porque están a la vista de todos. Los más notables son aquellos que ahora guardan prisión, y los menos notables son aquellos que fueron defenestrados de sus cargos sin que el oficialismo si quiera se molestara en rendir explicaciones.

Los que se saben “instrumentos desechables” —porque saben quiénes son—  cada día que pasa están más conscientes de su temporalidad en la cercanía al poder y de su vulnerabilidad ante el mismo sistema todopoderoso que ellos mismo tan entusiastamente han colaborado en construir.

Gracias a ellos y a sus mezquinos intereses es que en la actualidad nos jugamos a diario la libertad que ahora poseemos en El Salvador derivada de los Acuerdos de Paz, la existencia de la división de poderes republicana, el derecho a ser juzgado ante un juez probo e independiente y la posibilidad de escribir artículos de opinión, como este, sin que te suden las manos pensando que tú puedes ser el próximo que exhiban en las redes sociales del oficialismo.

Abogado, Máster en leyes / @MaxMojica

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