¿No le llama la atención, esa facilidad, de cómo algunos políticos pueden cambiar de antagónicamente su forma de pensar…? ¿Cómo es posible que puedan cambiar su militancia política de la noche a la mañana…? ¿Cómo pueden transitar de la derecha a la izquierda y viceversa, cambiando su sistema ideológico sin reparo…?
En este contexto de preguntas, decidimos realizar un estudio sobre la base de psicología experimental y social, para entender la vulnerabilidad ideológica sobre la base de seis hipótesis que pueden afectar el sistema de ideas, creencias y principios: Dinero, sexo, poder, miedo, crisis y religión.
En la tradición -cuestionada, arriesgada pero esencial- de Skinner, Milgram, Rosenhan, Darley, Latané, Festinger, Zimbardo, Harlow, Loftus, Kandel, entre muchos otros, se observan, manipulan y registran variables con la finalidad de estudiar ciertos fenómenos psicológicos. A veces, se llega a delicados límites éticos, no obstante se logran construir escenarios reales de laboratorio para comprender como actuamos los seres humanos en determinados contextos.
Tomamos como punto de partida los aportes de Martín-Baró (1976): “La psicología social debe, pues, aclarar el impacto que la presencia de la gente tiene en determinados quehaceres del individuo, es decir, en qué medida, cuáles, cómo y por qué sus acciones son influidas por la presencia de los otros. Esto significa que la acción misma del sujeto implica una relación esencial a los otros, y es esta relación la que tiene que aclarar la psicología social (…) El aspecto relacional no es algo genérico o abstracto en la conducta, sino algo bien concreto: es esta, aquella o la otra relación con tal o cual persona, bajo tal o cual característica, con tal o cual significación (…) En este sentido, la psicología social trata de encontrar las referencias entre cada conducta y cada sociedad, es decir, esta conducta en cuanto social y esta sociedad, en cuanto actuada en las conductas concretas (…) En definitiva, la psicología social es una ciencia bisagra, cuyo objeto es mostrar la conexión entre dos estructuras: la estructura individual (la personalidad humana y su consiguiente quehacer) y la estructura social (cada sociedad histórica), o, dicho con otras palabras, mostrar la doble realidad del individuo en la sociedad y de la sociedad en el individuo” (…) A la luz de este análisis, podemos afirmar que el objeto especifico de la psicología social es el estudio de la ideología.
El epicentro de la investigación partía del concepto ideología; formulado inicialmente por Antoine Destutt de Tracy (Mémoire sur la faculté de penser, 1796), y originalmente denominaba la ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan.
Medio siglo más tarde, el concepto acoge su sentido actual al asociarse con una perspectiva epistemológica, fundada por Karl Marx y Friedrich Engels en su obra La ideología alemana (1845-1846), para quienes la ideología es el conjunto de principios que explican el mundo -o encubren intereses- en cada sociedad en función de sus modos de producción, relacionando los conocimientos prácticos necesarios para la vida con el sistema de relaciones sociales. La relación con la realidad es muy importante para mantener esas relaciones sociales, y en los sistemas sociales en los que se da alguna clase de explotación, para evitar que los oprimidos perciban su estado de opresión.
Entonces, hablamos de ideología cuando un conjunto de ideas determinadas interpretadoras de lo real son consideradas como verdaderas y son ampliamente compartidas conscientemente por un grupo social en una sociedad determinada. Tales ideas se convierten en un rasgo fuertemente identitario, de forma similar a la religión, la nación, la clase social, el sexo, partido político, club social, etc., y se forman tanto grupos pequeños y cerrados como las sectas o grupos mayores o abiertos.
Desde la psicología social, una ideología es un conjunto normativo de emociones, ideas y creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la conducta social humana. Las ideologías suelen constar de dos componentes, uno teórico y otro práctico: una representación simbólica del sistema, y un programa de acción.
El experimento se diseñó sobre la hipótesis de la vulnerabilidad ideológica condicionada por el dinero; casi bajo el siguiente principio: «Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”. Esta célebre frase que se le atribuye al político francés del siglo XVIII, Joseph Fouché, bien podría seguir teniendo vigencia en la actualidad, y está a la base de nuestro experimento.
No quisiera entrar en los detalles metodológicos del experimento por razones éticas, pero trabajamos con un grupo de estudiantes universitarios, medimos su escala axiológica política, les ofrecimos un trabajo de índole política de carácter ficticio y condicionamos sus principios con una oferta de dinero mayor a lo pautado. De 9 participantes, sólo 7 fueron activos, 5 aceptaron la oferta, 2 no respondieron. Conclusión y discusión: La ideología es vulnerable, el dinero afectó sus principios.
Estadísticamente hablando este trabajo es muy limitado y no se puede inferir; es una aproximación fenomenológica y un típico preprint o simple “literatura gris”, pero es un buen punto de partida para seguir profundizando.
¿Así funcionan los políticos? ¿Pueden cambiar su sistema de ideas por dinero? Probablemente sí…; faltaría medir las otras hipótesis que nos propusimos (religión, poder, crisis, miedo, sexo), quizá lo haremos con otros trabajamos experimentales.
Falta responder a una pregunta ulterior: ¿qué aspectos o fenómenos en la vida de los seres humanos consolidan una posición ética invulnerable?, es decir, personas decentes, con principios sólidos, coherentes, éticas, consistentes. ¿Su realidad familiar? ¿Sus principios religiosos? ¿El sistema educativo? ¿Su ecosistema de vida?; no lo sabemos, pero se puede investigar.
Tal como lo señala Lauren Slater en “Cuerdos entre locos”: Los grandes experimentos psicológicos han ampliado un sector de la conducta que normalmente está soterrada en el tumulto de las prisas y el frenesí con que vivimos. Mirar a través de esa lente es asomarse a una parte de nosotros mismos. La vida no consiste solo en datos, medias y modas; la vida es también historias absorbidas, reconfiguradas, reescritas. Integramos mejor lo que se nos cuenta en forma de relato cuando observamos un trabajo experimental, y todo lo que ilumine la estupidez humana es brillante.
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu