Días antes de recibir la mención especial del jurado del Festival Cine por Mujeres Madrid con su documental "El Eco" (2023), la directora mexicana de raíces salvadoreñas Tatiana Huezo confiesa a EFE que el "gran aprendizaje" de este rodaje fue "descubrir lo extraordinario en lo ordinario".
"Esta es una película que mira con atención la vida sencilla de cada día", se plantea Huezo y "me deja una gran semilla para la próxima (cinta)", que es "la certeza de que hay un enorme poder en lo aparentemente pequeño".
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Ganador del premio al mejor documental en la pasada edición de la Berlinale, "El Eco" retrata a través de la mirada de la infancia la crudeza en la cotidianidad de los habitantes de un estrecho poblado rural del sudeste de México, lugar donde también el amor, la intimidad, la muerte y la nostalgia son los protagonistas.
Mirar tan de cerca en un documental requiere de tiempo y de "confianza", cuenta la realizadora, para explicar que grabar "El Eco" le llevó cuatro años, periodo en el que al inicio retrataba a un grupo de personas que después se convirtieron "en parte de su familia".
"Al final, el cine tiene ese poder de acercar al otro a una realidad que no conoce o que le es lejana", dice sonriente al recordar el pasado estreno nacional del largometraje en el Festival Internacional de Cine de Morelia (México).
"En ese festival, a Andrea y a otras niñas (del reparto) les preguntaron qué les había parecido la película y sus respuestas me conmovieron mucho", admite, y revela que ellas describieron a su pueblo como "un lugar invisible y solitario", pero que al proyectarse en una sala llena de personas su tierra cobró "existencia".
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En cuanto a la vida en el campo, aclara que la película no ofrece "una mirada romántica" del campesinado, pero defiende que, a pesar de "los saqueos de sus recursos y el ahogo económico" que sufren, "los campesinos en México son los últimos guardianes del territorio".
Para la realizadora nacida en El Salvador, el cine también tiene otro poder y es el de "guardar memorias", una reflexión que le trae a la mente la figura de su amiga Eustolia, "la abuelita" que le abrió las puertas del El Eco y que falleció en las tempranas etapas de la grabación.
Con una mirada nostálgica, Huezo admite que es "una enamorada de la infancia y de las huellas que se quedan en ella" y reconoce que cada uno los personajes femeninos de este filme "son fuertes, contestatarios y se atreven a cuestionar su propia realidad".
Sobre su regreso al cine documental, tras grabar su primera ficción "Noche de fuego" (2021), la directora se ríe antes de responder que "le encanta" saber que a muchas personas "El Eco" no les parece un documental.
"La película está montada y contada como si fuera una ficción", revela, tras explicar que abandonó las entrevistas, la voz en "off" e incluso el ritual de llegar a la grabación con un guion, técnicas que hizo en proyectos pasados como "La Tempestad (2016)" o "El lugar más pequeño" (2011).
ES DIFÍCIL RODAR EN MÉXICO
Salvo su primer largometraje, el resto de las cintas de esta mexicano-salvadoreña están rodadas en México, un país donde la libertad de expresión está amenazada por la violencia.
"Es difícil rodar en México en este tiempo, no puedes dejar de lado la seguridad", comenta, y recuerda las veces en las que llegó "a pueblos antes de una balacera" o de cuando tuvo que "salir corriendo de un lugar por la proximidad de algún comando".
En cuanto a los "protocolos de seguridad", Tatiana Huezo menciona que en el cine mexicano hay una nueva figura: los 'fixer'.
"Son personas locales, incluso algunos han sido exmilitares, que conocen perfectamente el terreno y se comunican con las partes involucradas, por eso saben leer las señales (de peligro) y pueden cuidar a los equipos", agrega.
"En muchos rodajes se han vuelto una figura indispensable en muchos territorios donde es difícil trabajar", concluye.