De las muchas maneras de ejercer el poder, se encuentran la ilusión y decepción. Depende en dónde yace el poder, su naturaleza y cómo se utiliza para determinar cómo va a dominar una situación. Ahora, cuando nada es como parece y los espejos de comportamiento están disfrazados para ganar poder, una situación donde buscar la esencia de esta clase de poder se encuentra en el mero Carnaval, Mardi Gras (literalmente, en francés, el día martes de grasa y lujo), aquel festival en que se despiden, en fantasía e ilusión, todos los lujos. Eso antes de que se imponga la realidad del ayuno sin carne justo antes de la Cuaresma, cuando la realidad que enfrenta la humanidad es finalmente revelada.
La etimología de la palabra Carnaval, el festival de ilusión, es que vale (una salutación de despedida en latín), significa un adiós, un adieu a la carne: carne-vale. Es la fiesta donde hay máscaras, neblina, intrigas y tramas para crear ilusiones y así manipular un escenario. Esta es la provincia de Carnaval y Mardi Gras. Y el Carnaval de Venecia siempre ha sido la máxima en cuestión de ilusión, de máscaras y disfraces para manipular la realidad, tal vez por la diplomacia en la situación geopolítica de nuestros días.
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Pero, después de la ilusión, viene Cuaresma: días, meses, años de realidad y ayuno. Este año, el Miércoles de Ceniza, cuando comienza Cuaresma, es el miércoles 02 de marzo que se avecina, este año, esta próxima semana. Ya termina el Carnaval de Venecia: Casanova, cortesanos en máscara, la manipulación de realidad y el poder para decepcionar comienzan a esfumarse.
¿Consideramos unas fuentes de poder que nos ayudarán a celebrar la realidad? —la verdad— de su apariencia entre sus varias máscaras. Buscaremos al experto, William Shakespeare en el siglo XVI escribiendo tres obras en que el accionar se lleva a cabo en Venecia. En estas tres obras, Shakespeare sobreimpone Venecia encima de la ciudad original, metafóricamente hablando, Londres —son ciudades coetáneas—, y uno de los resultados que nos presenta Shakespeare es un palimpsesto con Venecia como la ciudad principal y evidente, pero en el que percibimos a Londres filtrándose subrepticiamente por los márgenes. Con el permiso de Master Shakespeare, utilizamos esta metáfora de un palimpsesto y permitimos al Carnaval de Venecia a casi encubrir la situación en Europa en estos días. A ver si funciona.
En El Mercader de Venecia, Antonio, el verdadero mercader de Venecia encuentra la ley canónica y civil en juego en el juicio en Venecia sobre la resolución de su contrato de préstamo con el judío de Venecia, Shylock, en donde Antonio, el mercader de Venecia, ha prometido una libra de su propia carne como colateral para el préstamo de dinero que ofrece Shylock. La ley, expuesta en los interrogatorios y pronunciamientos de Portia, disfrazada como abogado erudito (aunque es mujer disfrazada de Antonio) argumenta el caso ante un juez de renombre de la República de Venecia. Su determinación, en su resumen de argumentación legal, es que la cualidad de la misericordia no se tensa; cae como el suave rocío del cielo a la tierra, aquí abajo.
Sin embargo, la realidad de estas palabras resulta distinta del juicio final contra Shylock, el judío, quien, por derecho civil, perdería toda su propiedad, que sería confiscada por la República de Venecia. Y hay un juicio adicional, por derecho canónico, sobre el alma de Shylock, en que su alma sufrirá un juicio en el que es requerido renunciar a su fe en el judaísmo. Es ordenado a una conversión forzosa: tiene que convertirse en cristiano, por juicio de la corte. La realidad del poder del pronunciamiento en las palabras originales de Portia resulta una ilusión; no alcanza a cubrir la realidad del juicio de la corte sobre la vida material de Shylock en el derecho civil, ni en el derecho canónico que abarca la vida espiritual de Shylock ante el estado de Venecia. La oclusión del juicio sobre Shylock tiene que provenir del derecho canónico porque requiere una conversión espiritual forzosa. La apariencia del pronunciamiento en términos de la misericordia, que salva al mercader cristiano, encubre la cruel realidad del doble juicio contra el judío.
Hay un proverbio legal que cita Cristina de Pizan (1364-1430), dama italiana y poeta famosa en la corte del rey de Francia: “jus summam, injuria summa”. La ley más grande puede causar el daño más grande.
En Otelo, El Moro de Venecia, un mercenario militar, un condotiere contratista encargado con la protección de la República Serenísima contra los turcos, logra casarse con la hija de un senador de Venecia. El complot se trata de amor, celos y homicidio en unos conflictos entre clases, sexos y razas. La audiencia en Londres será sorprendida al saber que el hombre negro es, inesperadamente (según los prejuicios del siglo XIV) el bueno, manipulado por los blancos envidiosos y malvados, Cassio e Iago. Lo que parece ser, no es la realidad. Es una suerte de Carnaval del mal, manejado como poder letal que crea, de la nada, acusaciones sexuales y raciales, no verídicas que resultan en el homicidio que Otelo comete contra Desdémona. El complot de la tragedia abarca no solamente el gobierno de Venecia si no de una de sus colonias, en la esfera de influencia de Venecia en el Oriente del Mediterráneo, justo antes de la Batalla de Lepanto (1571). La isla de Ciprés, un protectorado de Venecia, es amenazada por una invasión y ocupación por los turcos, y el final del accionar de esta tragedia se lleva a cabo en Ciprés. El cerrojo, por medio del cual presenciamos a estos conflictos personales, sexuales, raciales y políticos, manipulando y deformando, adrede, el psyche atormentado de Otelo, en el poder entre los intersticios de la apariencia y la realidad, es la obra dramática en sí misma.
La tercera obra en que Shakespeare ubica el accionar en Venecia es Romeo y Julieta, una tragedia que se lleva a cabo en la ciudad de Verona, una de las ciudades principales del Véneto desde 1405 (El Véneto era la república creada por Venecia cuando conquistó, ocupó y dominó la tierra firme de Lombardía al norte de la ciudad de Venecia en sí, que está situada entre la laguna y el mar. El Véneto es la República Serenísima de Venecia, que incluye su territorio en la tierra firme del continente).
Ahora, el poder en exhibición de esta tragedia es la separación causada por el odio y vendetta entre dos familias. El amor de los jóvenes desemboca en el suicidio mutuo en una tumba. El pronunciamiento del duque, la autoridad máxima de la ciudad veneciana de Verona, al final es: “¡All are punished!” (Todos están castigados) y “una plaga sobre las dos casas”. El poder del amor y el odio en juego en Romeo y Julieta es un espejo doble, de dos lados, que engaña y manipula a todos los personajes presentados.
Venecia es el hilo que teje y junta todas estas tramas de poder, ilusión y apariencia, en que una cosa es disfrazada como otra, imperceptiblemente. Los dramas de Shakespeare demuestran este fenómeno en su fina sutilidad. Y así, cronológicamente, continúa la historia de Europa. Sigue lo mismo en la Commedia dell’Arte, en los dramas sociales del dramaturgo veneciano, Carlo Goldoni y en la Ópera Proibita, que surgió cuando la ópera misma fue condenada y prohibida por el Papa. Bajo este ultimatum, los compositores, como por ejemplo George Friedrich Haendel (Philomela), Wolfgang Amadeo Mozart (La Clemenza de Tito) y Francesco Cavalli (Xerxes), entre otros, escribieron óperas que fueron presentadas en casas privadas y en secreto. Fueron cantadas por aquel colmo de ilusión: los castrati.
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La culminación de la ilusión y decepción —que, en nuestra alegoría de decepción, es la diplomacia ejercida hoy en Europa y en el Mundo Atlántico— aparece como el Carnaval mismo. El arte dramático y operático lo comprueba en el manejo del poder para impulsar la acción por medio de ilusión --el disfraz de la verdad y apariencia opuesta a la realidad-- para demostrar las ironías más deliciosas. El arte en Venecia y sobre Venecia es la exquisita manipulación de disfraz e ilusión. La realidad, sin embargo, se impone últimamente. Y la otra semana comienza Cuaresma, la quintaesencia de la realidad revelada en última instancia, en su forma más cruel: en la crucifixión de un pueblo.
Simultáneamente con Cuaresma, Venecia, hoy en día, sigue hundiéndose en las aguas después de todos los siglos de su existencia. En el Carnaval actual, los zorros han ganado entre todos los leones. Una ilustración reciente de las decepciones al final del Carnaval se encuentra al final de una novela histórica sobre Venecia (Domino [London, 1994], por Ross King), en donde la última decepción es la siguiente: “En fin, ella lo había traicionado, y en la manera más atroz y escandalosa, con un castrato”. Es una resonancia del hundimiento de la serenidad de Europa en estos días, pues... después del Carnaval.
FIN
Lectura recomendada:
- Ackroyd, Peter. Venice. Pure City (London, 2009).
- Eco, Umberto. Baudolino (2002).
- King, Ross. Domino (Londres, 1995).
- Madden, Thomas. Venice: A New History (London, 2013).
- Norwich, John Julian. A History of Venice (1989).
- Tiraboschi, Roberto. The Eye Stone. The First Medieval Noir about the
Birth of Venice (Europa Editions, 2015). - Dunnett, Dorothy. To Lie with Lions: Book Six of the House of Nicolo (London, 2013).
- Shakespeare, William. The Merchant of Venice; Othello, Moor of Venice:
Romeo and Juliet.