El fútbol suele ser refugio de sensaciones, a veces tan disímiles que tocan los extremos, algunas de enorme tristeza y frustración, otra llenas de sorpresas y satisfacciones. Los últimos días dieron cuenta de esto distintas postales, cada una en las antípodas de las otras.
Las imágenes que despedían, sin anestesia, el sábado por la noche las redes sociales desde el estadio La Corregidora, el lugar mismo de la tragedia, inauguraron la era de la violencia en el fútbol transmitida casi en vivo y en directo por los teléfonos de los aficionados.
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Imágenes una violencia de tal brutalidad, cobardía y salvajismo como pocas veces se ha visto. Por esas impactantes imágenes como por la denuncia de familiares y amigos de personas que fueron al estadio, es cada vez más difícil de creer la versión oficial del gobierno mexicano de ningún muerto, a pesar de que no fueron pocos los medios que hablaban de más de diez fallecidos.
La sensación, apoyada por videos de aficiones no deja lugar a dudas: hubo complicidad de la seguridad privada, “zona liberada” y sospechosa ausencia de la policía en un juego de alto riesgo. También queda la percepción de que hay algo que va mucho más allá del fútbol en el accionar de varios de estos asesinos disfrazados de aficionados.
En el otro extremo del deporte, y de la vida, también el fútbol ofrece las mejores postales, y esta vez llegaron desde República Dominicana con una selección femenina Sub-20 que se metió entre las 8 mejores del Premundial (clasifican 3).
Y llegaron en forma de golazos, tres de larga distancia, una marca registrada de este equipo, a contramano de las falencias que se ven en ese sentido en el fútbol masculino salvadoreño. Se viene México, la potencia, en los cuartos de final de mañana, aunque estas chicas tengan licencia para soñar con el Mundial de Costa Rica.
Una foto suele ser un emblema. Por eso, quizás la más importante de ayer en el fútbol salvadoreño haya sido la instantánea de la formación conjunta de Alianza y Águila. Más allá del aburrido partido terminado en cero que jugaron estos rivales (no enemigos) clásicos, fue una manera de poner en perspectiva lo que realmente es el fútbol y tratar desde adentro, de poner paños fríos a un escalada de violencia, que tuvo su peor versión en el sábado negro del fútbol azteca pero que, esto es claro, no es exclusividad del fútbol mexicano.