“Cruzar el Rubicón” es una expresión romana que hace referencia a emprender una acción o empresa sin dar marcha atrás, o como diríamos en buen salvadoreño: “montados en el caballo, hay que jinetearlo”.
Así, a la Fesfut no le quedó de otra que cruzar el Rubicón con el fútbol salvadoreño para no quedarse sin campeonato en esta campaña (y esta es interpretación mía), so pena de seguir perpetuando vicios y desórdenes administrativos y deportivos.
Porque me parece inexplicable darle licencias de clubes -por muy provisionales que sean- a equipos que no son capaces de mantener o garantizar las mínimas condiciones óptimas, administrativas y deportivas, para el desarrollo del fútbol nacional.
Equipos que, por muy grande que se hagan llamar, tienen que mendigar sedes en el extranjero para participar en torneos regionales porque no hay -a excepción del Cuscatlán, vetado por los acontecimientos que ya todos conocemos- estadios que reúnan las condiciones exigidas por Concacaf, situación que refleja fielmente lo precario y lastimoso de nuestro fútbol provincial.
Ya hasta resulta trillado enumerar las carencias de nuestro maravilloso balompié, en todos los ámbitos, que pareciera ser una división del mismo deporte, sin que haya alguien, por más títulos que ostente, que sea capaz de enrumbarlo y sacarlo adelante.
Cruzar el Rubicón es, hoy, tener un campeonato con canchas en pésimas condiciones, con jugadores tratados con desprecio, con carencias administrativas y deportivas que, cada vez más, nos alejan de la élite y nos ahuyenta el sueño, si alguien aún lo tiene, mundialista.