¿Qué encantos tiene Sicilia que desde hace más de tres mil años desempeña un papel decisivo en la historia europea, habiendo sido un granero, una isla donde se cruzaron generaciones de conquistadores y formado parte de la Magna Grecia, como lo atestiguan maravillosas construcciones de esa época?
Una persona muy estimada por nosotros nos hizo la pregunta. He aquí nuestra respuesta:
Grandes ciudades, hermosas catedrales, pequeñas poblaciones donde la vida transcurre plácidamente, Sicilia puede tomar muchas semanas para conocerse.
En Sicilia nació uno de hombres más sabios de toda la antigüedad, Arquímedes —que dio su nombre a un principio que rige al día de hoy—, muerto por un soldado romano que se molestó porque no le contestara una pregunta, un crimen que los mismos generales superiores del asesino condenaron de inmediato pese a que el genial pensador inventó máquinas para defender la ciudad del asedio romano.
En Sicilia reinaron los normandos, que después de imponerse a sangre y fuego sobre gran parte de Europa y asentarse en Normandía —ahora una de las provincias más ricas en monumentos e historia de Francia—, al ocupar Sicilia dispusieron dejar la guerra y, en cambio, hacer de la isla una tierra de arte y cultura, lo que deslumbra al visitante.
Dos ciudades han rivalizado para ser preeminentes: Siracusa y Palermo. En la antigüedad Siracusa reinó; hoy en día el cetro recae en Palermo, mucho más populoso y donde no solo se encuentran monumentos, templos y vestigios del paso de los griegos por la isla, sino de los aportes que a su vez legaron los cristianos, dispersos en toda la isla, como lo atestigua la catedral de Cefalú, una de las más hermosas de Italia.
En Siracusa los cristianos construyeron una iglesia sobre un templo griego, por lo que las columnas dóricas pueden verse tanto en el interno como en el externo del templo, un único ejemplo de aprovechamiento de lo que ya estaba con lo nuevo.
En Siracusa se encuentra la llamada “oreja de Dionisio”, una altísima bóveda sobre la cárcel donde el tirano confinaba a sus enemigos o sospechosos de urdir complots en su contra, que la cueva amplificaba hasta el punto donde Dionisio podía oír lo que conversaban, una especie de trompeta al revés.
En Monreale se puede ver lo que sería Santa Sofía
Palermo se divide en dos partes, la antigua y la moderna; lo antiguo se concentra al lado del mar; lo moderno es una réplica de las ciudades del presente en el sur de Italia.
El gran imán del turismo en Sicilia son, en primer lugar, las ruinas de templos y monumentos griegos, como el teatro de Taormina, réplica de los muchos teatros griegos como el de Epidauro, un lugar que atrae al “jet set” por el lujo de sus comercios y oferta gastronómica; el otro es Agrigento, donde tres templos griegos en un excelente estado pueden admirarse y no lejos de allí un templete que mira al mar en el punto más occidental de la isla.
Los templos cristianos están adornados con los estucos de Serpotta, cuya mejor obra se recoge en un museo en Palermo.
Palermo se enriqueció con templos normandos adornados con maravillosos mosaicos, siendo la Capilla Palatina el más sobresaliente de todos.
Al lado de Palermo se yergue, en un monte, Monreale, que ostenta mosaicos sobre fondo de oro que cubren el ábside con una figura de Jesucristo y las naves, lo que sin duda son similares a los de Santa Sofía en Estambul, mosaicos destruidos por los musulmanes al apoderarse de Constantinopla…