No nos confundamos: Hay factores “determinantes” y otros “influyentes” en la calidad educativa, y los docentes no sólo determinan, son esenciales; un centro educativo puede tener buenas instalaciones, tecnologías, internet de alta velocidad, biblioteca, laboratorios, una gerencia eficiente y hasta buena reputación, pero, si el docente que está frente al aula no posee las capacidades y competencias todo lo demás sirve poco y nada.
Un docente -profesor o profesora, de cualquier nivel educativo- más que un administrador de contenidos curriculares debe ser una fuente de inspiración,y sobre todo, debe lograr emocionar a sus estudiantes; el verdadero aprendizaje sucede cuando el cerebro se emociona. Educar a una persona no es solamente hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él, alguien que no existía; el docente trabaja con el futuro de esa persona.
En el informe “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos” (McKinsey, 2007) nos recuerda que: “La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes (…) La única manera de mejorar los resultados es mejorando la eficiencia docente”.
Dan Goldhaber, en “The mystery of good teaching” (2006), afirma que los factores que explican el buen desempeño de un docente son: 97 % inobservables (entusiasmo, capacidad de trasmitir conocimientos, generación de competencias) y el 3 % observables (años de experiencia, grado académico, especialización y certificaciones). Evaluar esto no es cosa fácil, pero se debe intentar.
Probablemente no haya una profesión tan estudiada y diagnosticada como la docencia; pero pese a la cantidad de libros, artículos, informes y notas técnicas, políticas públicas y tesis doctorales, la situación no cambia ni mejora.
En “Profesores excelentes Cómo mejorar el aprendizaje en América Latina y el Caribe” (Barbara Bruns, Javier Luque, 2014): se nos reitera que “Formar el capital humano, ingrediente principal de una mayor productividad e innovaciones aceleradas”, y tras seis apartados: 1) ¿Cuán buenos son los profesores de América Latina?; 2) Dentro de las aulas de América Latina y el Caribe; 3) Reclutar mejores profesores; 4) Desarrollar profesores de excelencia; 5) Motivar a los profesores para que mejoren su desempeño; y 6) Gestionar el aspecto político de la reforma docente; se llega a las siguientes conclusiones:
I.- La baja calidad promedio de los profesores de América Latina y el Caribe es la principal limitación que impide el avance educativo;
II.- La calidad de los profesores de la región se ve comprometida por un pobre manejo de los contenidos académicos y por prácticas ineficaces en el aula;
III.- En la actualidad, ningún cuerpo docente de la región (con la posible excepción de Cuba) puede considerarse de alta calidad en comparación con los parámetros mundiales;
IV.- El desafío más serio a la hora de elevar la calidad de los profesores no es fiscal ni técnico, sino político (Gremiales).
En nuestro medio, todos los planes gubernamentales, sin excepción, han incorporado las “dignificación docente” como un desafío a resolver: Plan Decenal (1995); Desafíos de la Educación para el Nuevo Milenio (1999); Plan Nacional y educativo 2021 (2004); Plan Vamos a las Escuela (2009); Plan El Salvador Educado (2014); Plan Torogoz (2019)… Pero ninguno de estos planes ha logrado nada, promesas, remiendos y mentiras…
¿Qué implica dignificar a los docentes?: Mejorar las condiciones laborales, pedagógicas y didácticas; mejorar los salarios, pero en base a una evaluación diagnóstica y meritocrática; atraer y retener a los mejores profesionales. Parece simple, pero no lo es, y aunque sea complejo se debe hacer, es demasiado importante para continuar mal.
Medicina versus Docencia: Siempre he comparado estas dos profesiones; en la universidad, la carrera médica atrae a los mejores candidatos, mientras que la docencia se queda con los resultados más bajos o descartados; ¿es tan importante un médico que un maestro…?; los errores del médico se entierran, los del maestro se multiplican y reproducen.
Los médicos tienen un programa formativo de ocho años; los docentes de tres… Los médicos poseen cuatro grandes áreas formativas: Medicina Interna, Cirugía, Pediatría y Ginecología y Obstetricia; pero los docentes también: Matemáticas, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Lenguaje y Literatura. Salvar vidas es muy importante, educar vidas también lo es.
Ocho años de estudio (siete más año social pagado) y son médicos generales, luego vendrá la especialización, un par de años más; en cambio la docencia se resuelve con tres años, o en el mejor de los casos con cinco. No se le da importancia a las especializaciones y en el escalafón poco importa o vale.
Los docentes, al final les toca lidiar con 25 o 50 “pacientes” en su aula de modo simultáneo, con inteligencias e intereses diversos; tienen que preparar clases, diseñar materiales didácticos, evaluar, ser consejeros y un largo etcétera; todo esto con salarios poco competitivos ¿por qué…?
Si nos acercamos a un colegio élite -por ejemplo bilingüe- y consultamos a los bachilleres quiénes quieren ser docentes la respuesta será obvia: nadie. Las opciones se distribuirán en profesiones élites: medicina, derecho, ingenierías, etcétera. Hay países que esto es a la inversa, muchos quieren ser docentes, porque la profesión es prestigiosa y tienen un buen salario. Atraer y retener a los mejores es la clave.
Los grandes problemas culturales y sociológicos de las naciones, su baja escolaridad o ignorancia, dependen de los sistemas educativos y de sus maestros. Me imagino que sabrá que la escolaridad promedio de un pandillero es de 7.3 años, es decir, la escuela y sus docentes son cómplices de este fracaso.
Ojalá, algún día, el gobierno o algún Ministro (a) se tomen en serio la “dignificación docente” y hagan algo más que repartir zapatos, uniformes, útiles o computadoras. Ojalá, algún día, diseñen políticas públicas educativas que le cambien la vida a los niños y niñas. Ojalá, algún día, diseñen un plan educativo y lo cumplan. Ojalá, algún día, se recupere el respeto y la valorización del docente.
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu