Después de tres años de Gobierno es difícil seguir repartiendo culpas. Para el primer año los culpables fueron los “mismos de siempre”, tras el segundo año los culpables eran “los de la esquina”, y para este tercer año la culpa sigue siendo de todos menos del Presidente. ¿Quién se responsabilizará de las mentiras más notables después de tres años de gobernar?
El Presidente habló mucho durante su discurso presidencial, pero no dijo nada acerca de aquellas promesas que hoy deambulan entre el olvido y el fracaso. Es importante no olvidar, por ello he enunciado 15 de las promesas incumplidas ante las que hoy el Gobierno calla:
1. El tren del Pacífico
2. El satélite Cuscatlán
3. Las escuelas de las “ganancias” Bitcoin
4. Las 4 nuevas universidades públicas
5. El aeropuerto de La Unión
6. Los 60 nuevos Cubos
7. Las escuelas de ballet
8. Las lanchas ambulancias
9. El nuevo Hospital Rosales
10. Las oficinas de Amazon
11. El hospital para Veteranos
12. La escuela técnica de Bitcoin
13. Las camas UCI de Tasajera
14. El gimnasio en la ex sede de ARENA
15. El plan de crecimiento económico que sorprendería al mundo entero
El problema no solo han sido las falsas promesas de este Gobierno, lo verdaderamente lamentable es que una mayoría de esas 15 mentiras pudieron haberse cumplido si tan solo el Gobierno no hubiese perdido millones de dólares en su apuesta de casino con el Bitcoin, o si los sonados casos de corrupción que hay alrededor de algunos de sus funcionarios no le hubiesen hecho perder millones del dinero público a El Salvador. Ahora, la realidad golpea más duro, la posibilidad de un impago por parte del Estado es cada vez más latente, la vida se ha encarecido demasiado y ya no hay margen de maniobra para cumplirle a los salvadoreños. Los dos años que quedan de este Gobierno serán dedicados a paliar la crisis económica.
La culpa de todas estas mentiras y mala administración de las finanzas del Estado no es de la oposición política, tampoco de la crisis que se vive a nivel mundial y mucho menos de la ciudadanía crítica. La culpa recae en su totalidad en la irresponsabilidad de una sola persona que ha contado con todas las herramientas para gobernar efectivamente, pero que sus caprichos personales le han nublado de hacer lo correcto para la nación y ha preferido hacer lo que le conviene más a él y al círculo que le rodea.
El discurso presidencial de este primero de junio no es más que la estructuración de frases propagandísticas que disfrazan la realidad del país y que preparan el terreno para la campaña electoral de 2024. De ahora en adelante escucharemos constantemente una mentira más grande, dirán que cinco años no son suficientes, que necesitan más tiempo, que necesitan que el Presidente se reelija para un mandato más. Las nuevas ideas se convertirán rápidamente en nuevas mentiras, y ante ello la ciudadanía debe cuestionar lo mismo: ¿cómo van a cumplir lo que prometen? Si en tres años fueron desastrosos, en 10 años se acabarán el país.
Cierro este texto con dos reflexiones:
1. Recordemos siempre que la forma en cómo llegan al poder, será la forma en cómo gobernarán. Ellos llegaron con pactos oscuros, mentiras descaradas y con sed de poder. Ahora, de esa misma forma gobiernan.
2. Siempre que un político prometa y prometa, si no dice cómo va financiar sus promesas, es porque está mintiendo y solo le interesa el poder. El Presidente nunca dijo cómo haría realidad sus propuestas y ahora el país entero está pagando por sus mentiras.
Cuando el Presidente era candidato presidencial, se presentó con un plan, el Plan Cuscatlán. Con base en dicho plan se le debe evaluar. La conclusión es sencilla: lo que dijo en su discurso presidencial no fue lo que prometió desde un inicio. Que no nos engañe más, no creamos en su reparto de culpas.
Comunicólogo y político