En tiempos de enfermedad todos anhelan tener salud para disfrutar las actividades cotidianas, como salidas con familiares o practicar algún deporte. Lamentablemente, acceder a un tratamiento en el sistema de salud salvadoreño es casi tan difícil como si de presenciar un eclipse se tratase; y es que, si usted es usuario de la atención sanitaria pública, sabrá que una cita de especialidad puede tomar más de tres meses. Debido a esto resulta conveniente un breve examen sobre el sistema de salud y sus principales retos.
Para empezar, deben tomarse en cuenta algunas generalidades. El ramo de Salud en El Salvador es el segundo que más recursos recibe en la distribución presupuestaria. En 2022, se le asignaron 1.03 mil millones de dólares; solo lo sobrepasó Educación, con 1.47. Asimismo, el sistema salvadoreño es considerado de tipo mixto, en tanto también se permite la operación de entidades privadas para la atención sanitaria. El área pública se desagrega en la provisión de servicios entre el Ministerio de Salud y el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS); para este último se requiere que un individuo sea cotizante activo en el sector formal de la economía. El personal de salud a tiempo completo disponible asciende a poco más de 15,000 personas en todo el país, y más de la mitad del presupuesto se destina al mantenimiento y operatividad de las instituciones adscritas y primer nivel de atención, en su mayoría hospitales. Queda entonces el problema de la eficiencia en la asignación de dichos recursos.
El principal reto que enfrenta el sistema sanitario público es la cobertura, pues hasta 2019 al menos 600,000 personas se reportaron enfermas y cerca de 360,000 asistieron a una unidad de salud o un hospital del MINSAL, de acuerdo con la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples. Lo anterior clarifica un escaso y selectivo acceso hacia la atención brindada por el ISSS y los hospitales privados, debido a una característica esencial e histórica en nuestro país: la desigualdad. La pobreza es una condición que alcanza a más de un tercio de la población y a quienes afecta en mayor proporción la llegada de múltiples padecimientos en la vejez, lo que sin duda se ve reflejado en las estadísticas de atención sanitaria.
Otros desafíos se vinculan más con los servicios sanitarios. Uno es contar con suficientes implementos y medicamentos en las unidades de atención, pues a falta de estos las afecciones pueden prolongarse y tornarse en un nivel crónico o terminal. De forma similar, se requiere una evaluación para mitigar ineficiencias en el área administrativa, eliminando la burocracia, de modo que los servicios sean ágiles y oportunos. .
Pese a sus extraordinarios esfuerzos en contra el covid-19, nuestro sistema de salud es frágil. Afrontamos un periodo de incertidumbre, con la expectativa de nuevos padecimientos en la esfera mundial y, si llegásemos al borde del colapso, ¿quién saldrá más perjudicado? Como siempre, será el que poco tiene y el que más dolencias acarrea. Y las implicancias de esto no solo afectarán a quien contraiga una enfermedad, sino a hogares y círculos sociales. Por tanto, exigir un tratamiento adecuado es responsabilidad tanto de quienes en este momento gozamos de salud como de quienes no, pues de lo contrario el conformismo será el principio de una catástrofe imprevisible.
Estudiante de Economía y Negocios
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)