“Así como hoy te digo una cosa, mañana te digo otra…”; “sí, pensaba eso pero cambié de parecer…”; “es que no había interpretado bien el texto y encontré un texto escondido, hay que saber leer entre líneas…”; “en realidad me están interpretando mal, yo no quería decir eso, hay mucho amarillismo y mala prensa…”; “el contexto ha cambiado y hay que acomodarse a las nuevas realidades…”; “ahora sí, todo será diferente…”.
Seguro que muchos hemos escuchado este tipo de frases o hemos sido testigos de este tipo de contradicciones en los discursos de la clase política, pero más que fallas semánticas o cambios de pareceres como mecanismo de autodefensa es posible que estemos frente a casos de “disonancia cognitiva”.
La caracterización de este fenómeno fue descrita en 1957 por el psicólogo estadounidense Leon Festinger, en su obra: “A Theory of Cognitive Dissonance”. El planteamiento de Festinger establece que, al producirse esa incongruencia o disonancia de manera muy apreciable, la persona se ve automáticamente motivada para esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión hasta conseguir que el conjunto de sus ideas y actitudes encajen entre sí, constituyendo una cierta coherencia interna.
Desde el punto de vista psicológico, el término disonancia cognitiva hace referencia a una tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias, emociones y cogniciones, que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por una conducta que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas, todo lo cual puede impactar sobre sus actitudes.
Los más típico y descriptivo es: pensar o decir algo y actuar o hacer algo distinto; por ejemplo, creo que es importante el medioambiente pero tiro basura en cualquier lugar; o valorar que es importante la transparencia y la honestidad, pero luego voto por un político corrupto. En las encuestas de “Humor social y político” nos hemos encontrado con múltiples casos de disonancias cognitivas.
En la toma de decisiones cotidianas suele aparecer el efecto de la disonancia cognitiva. Generalmente, toda persona busca una recompensa ante el esfuerzo e interpreta el fracaso como algo adverso o disonante. A esto le llamamos “mentalidad retributiva”. Particularmente en el mundo religioso es evidente. La gente actúa de un determinado modo por miedo, interés o búsqueda de la salvación de un modo forzado y no por convicciones. Inclusive hay un adagio: “el que peca y reza, empata”; en situaciones adversas o críticas -enfermedades, accidentes, etcétera- la gente se vuelve más religiosa…
Pese a que es habitual el uso de nuestra capacidad de razonar, es decir, que nuestra conducta y acciones partan de conclusiones lógicas, en no pocos casos actuamos irracionalmente o tomamos decisiones equivocadas, llegando a situaciones incómodas, ansiosas o conflictivas. Aquí lo riesgoso es normalizar estos errores y hacerlos parte de nuestro equipaje de pensamientos, ingresando al campo de la disonancia cognitiva.
Tal como señala Jonathan García-allen: “La relación entre la mentira y la disonancia cognitiva es uno de los temas que más ha llamado la atención de los investigadores. El propio Leon Festinger, junto a su colega James Merrill Carlsmith, realizaron un estudio que demostró que la mente de quienes se autoengañan resuelve la disonancia cognitiva “aceptando la mentira como una verdad”.
El experimento de Festinger y Carlsmith sobre motivaciones extrínsecas y disonancia cognitiva (Stanford, 1954) comprobó que cuando los individuos son persuadidos a mentir sin darles suficiente justificación, llevarán a cabo la tarea de convencerse a sí mismos de la falsedad, en lugar de decir una mentira. Además, cada individuo tiene su propia manera de evaluarse a sí mismo. Generalmente, esto se hace mediante la comparación de uno mismo con los demás.
Desde la psicología social, la teoría de la comparación explica que existe un impulso dentro de los individuos para buscar imágenes externas con el fin de evaluar sus propias opiniones y capacidades. “Dichas imágenes pueden ser una referencia a la realidad física o en comparación con otras personas. En el proceso, las personas observan las imágenes retratadas por los demás como algo realista y que se puede obtener. Posteriormente, hacen comparaciones entre ellos mismos, con los demás y entre las imágenes idealizadas. En términos generales, la teoría de la comparación social explica cómo los individuos evalúan su opinión y deseos mediante la comparación de ellos mismos con los demás” (Explorable.com).
En síntesis, la disonancia cognitiva implica cierta falta de coherencia entre actitud y acción, y es una experiencia muy común. Cada vez que decimos cosas que realmente no creemos o que tomamos una decisión difícil equivocada experimentamos disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestra forma de pensar que tiende a hacernos sentir bastante incómodos. Teniendo presente que nuestra actitud característica está constituida tanto por componentes afectivos como cognitivos, puede decirse que la falta de coherencia que experimentamos en la disonancia se debe a la falta de coincidencia entre nuestro querer y nuestro pensar.
Inclusive podemos experimentar una clásica lucha interna entre razón y emoción; los antiguos dirían entre carne (sarx) y espíritu (pneuma); sé que no debo hacer esto, pero lo hago. Quizá está a la base este principio perplejo: "El comportamiento humano consiste en escapar del dolor e ir tras el placer..." (Richard Sackler, Painkiller Netflix 2023).
De todo lo anterior podemos concluir: 1) Los políticos comienzan a mentir para luego creerse sus propias mentiras; pero van más allá, logran convencer a muchos más sobre sus puntos de vista a través de comunicación y propaganda; 2) Algunos políticos mentirosos se vuelven una importante referencia para analizar o juzgar nuestras conductas, siendo un “baremo” de actuación; y 3) La disonancia cognitiva termina en posverdad o nuevas verdades, cambiando los imaginarios de la gente, a través de un proceso social contagioso o adoctrinado. Como diría Luc de Clapiers “todos nacemos sinceros y morimos mentirosos…”
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu