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¿Existe el tiempo?

En Teología nos preguntamos ¿cómo mide el tiempo Dios? ¿Los ángeles? ¿Los demonios? ¿Las almas? Dado que teóricamente al menos, en caso de que creas en su existencia, estos son “seres conscientes” (evito decir la palabra “vivos”). La respuesta la tenemos que encontrar en el fundamento de lo que los hace conscientes: pensar.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Nacemos, crecemos, nos reproducimos, envejecemos y morimos (si tenemos suerte, entre medio, podamos gozar de alguna pensión, si es que todavía para esa época quedan fondos en las AFP). De lo que sí podemos estar seguros es de que el tiempo vuela, cuando decimos “ahora”, ya no nos estamos refiriendo al instante presente, ya que al haber pronunciado la palabra “ahora”, esa palabra, técnicamente, quedo ya en el pasado.

Consultamos la hora constantemente en ese interesante aparatito que andamos permanentemente amarrado a nuestros antebrazos y del que muchos somos esclavos, pero la realidad es que, citando a Albert Einstein, “el tiempo es pura ilusión”. Por ello, cada momento es único y si supiéramos lo valioso que es el presente, haríamos lo posible por vivirlo a plenitud, aprovechando al máximo el momento que nos ha sido dado.

Esta columna es un espacio demasiado breve para analizar la conceptualización que del tiempo y de la historia tienen otras culturas, como la hindú y su visión circular de la vida que se define en un eterno ciclo de destrucción-resurrección; o la visión filosófica de Nietzsche, sobre que la historia se repetirá infinidad de veces, por lo que el tiempo se mide entre sus ciclos de repetición. Es como si en El Salvador midiéramos el paso del tiempo entre dictadura y dictadura, en un ciclo que se repite eternamente.

En casi todas las culturas de Occidente, influidas por el cristianismo, tendemos a medir el tiempo en forma lineal: Dios crea el Universo, el tiempo transcurre hasta el futuro, hasta el momento en que ocurra el Juicio Final que marcará el final del tiempo humano. Digo “tiempo-humano”, ya que, aún y con el Apocalipsis encima, dado que nuestras almas teóricamente seguirían existiendo, el tiempo continuaría transcurriendo y, por tanto, potencialmente podría ser medido de alguna forma.

Planteado lo anterior, en Teología nos preguntamos ¿cómo mide el tiempo Dios? ¿Los ángeles? ¿Los demonios? ¿Las almas? Dado que teóricamente al menos, en caso de que creas en su existencia, estos son “seres conscientes” (evito decir la palabra “vivos”). La respuesta la tenemos que encontrar en el fundamento de lo que los hace conscientes: pensar.

Entonces, partiendo del punto que son entidades “eternas y pensantes” y que, para ellos, el cálculo del tiempo humano no significa nada, se puede concluir que ellos miden el tiempo en el transcurso de pensamientos: “pasado”, es el pensamiento anterior; “presente” es lo que están pensando en el momento… ¿Complejo? ¿Qué les parece si nos salimos de este laberinto teológico y nos quedamos analizando lo que dicen pensadores más accesibles como los de la Ilustración?

Los pensadores de la Ilustración hablan de un tiempo “líneal” que avanza inexorable al progreso humano, dicho lo anterior, el tiempo -y la humanidad- tiene un espacio infinito para su crecimiento futuro. Por otro lado, para los marxistas, el tiempo es siempre lineal, y lo que mueve la historia es la lucha de clases, que nos llevará, inevitablemente, hacia la revolución y el comunismo. Por tanto, lo que tienen en común cristianismo, ilustración y marxismo, es una visión lineal del tiempo que lleva a la humanidad por diferentes derroteros.

Los científicos aportan lo suyo para tratar de entender el tiempo y lo racionalizan desde la perspectiva del cambio: en un mundo a donde todo se mantuviera estático e inmutable, el tiempo sería imposible de calcular; por ello, el tiempo es cambio: el movimiento de las agujas de un reloj, el movimiento del Sol, la Luna, la rotación de la Tierra, las estaciones, el envejecimiento. Todo ello real, pero a la vez relativo.

La relatividad se puede apreciar en varias dimensiones. Si bien es cierto el reloj avanza a un ritmo idéntico, nuestra percepción del tiempo cambia: el tiempo en una fiesta o cuando estamos disfrutando, pasa volando, mientras que el tiempo en la cola del banco o sentado en la sala de espera del doctor avanza torturantemente lento. El día para un niño disfrutando en el kínder pasa rápido; el mismo día, para su abuelo en el asilo, dura una eternidad.

Para complicar un poco más las cosas, el tiempo también se ve afectado por la velocidad: entre más rápido viajas, más lento transcurre el tiempo… hasta el punto en que -teóricamente- se detiene cuando se alcanza la velocidad de la luz. Por ello, si una persona viaja un año alejándose de la tierra a la velocidad de la luz, envejecerá un año, pero a su regreso todos sus amigos terrestres serán ancianos.

La realidad es esta: tempus fugit, el tiempo vuela; aprovecha cada minuto que tienes disponible: lee un buen libro, tomate un buen vino, camina descalzo en la grama, abraza a la familia. ¿Quién sabe? A lo mejor mañana ya no tengas “tiempo” para hacerlo. 

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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